Aaron Betsky, uno de esos críticos a los que merece la pena hacer caso, dice que la arquitectura ligera de Bjarke Ingels es “una reescritura del guion de nuestro mundo moderno”. En realidad, la arquitectura siempre reescribe el paisaje, y su principal criterio de validación es si lo hace para mejorarlo. Ingels, al frente de su estudio BIG, se ha hecho en sus quince años de trayectoria con el trono estelar que en los veinte o treinta anteriores ocupaba Koolhaas, para quien trabajó en sus años mozos —aunque, para el que suscribe, su escritura formalista e imaginativa tenga más que ver con el rastro de Gehry o Zaha Hadid, pero ese es otro asunto—.
La entrega más reciente de Bjarke Ingels es una ampliación del museo corporativo de los relojeros suizos de Audemars Piguet en Le Brassus, en pleno Valle de Joux, frente al Jura suizo. BIG lo plantea como una topografía en forma de doble espiral que nace bajo el edificio decimonónico donde estaba el taller original de los fundadores, rehabilitado por el estudio suizo CCH.
Este doble vórtice es, en realidad, el desarrollo de un storyline: una línea narrativa que desliza al visitante por la historia de la marca a través de una serie de vitrinas, en un programa expositivo diseñado por los alemanes de Atelier Brückner; pero también una imagen que evoca inmediatamente el mecanismo de un reloj.
En sección, el proyecto muestra toda la complejidad de su aparente sencillez. El juego de rampas permite que cada una de las curvas se abra a las vistas de los campos y los bosques, inundando de luz su arquitectura semienterrada. La fluidez es absoluta gracias a la estructura ligera de acero, soportada por el vidrio portante de las fachadas. Todo el recorrido es lineal y transparente y, en el nivel inferior, el museo encapsula dos espacios de taller donde los visitantes asisten al minucioso trabajo de los artesanos con el fondo verde e impresionante del paisaje.
La cubierta vegetal expresa la continuidad de exterior e interior y actúa de regulador térmico, como la celosía de chapa que tamiza la luz natural. La experiencia pionera del museo-rampa de Wright en Nueva York viene de pronto a la mente, pero también las delicadas lomas bañadas en luz de Kazuyo Sejima en el Learning Center de Rolex en Lausana (más relojes suizos). La imaginación pop de Ingels también puede ser lírica.