Nos hemos acostumbrado a convivir con aparatos que se actualizan, que se conectan a internet, que buscan y encuentran nuevos códigos, que a su vez traen nuevas formas, colores o características. A los diseñadores nos ocurre algo similar, pero no tenemos una red a la que conectarnos que no sea la propia vida. Por algo muy sencillo: permanecemos desconectados procesando nuestra última conexión. Por eso hay que estar muy vivo. Estar conectado a la vida es saber entender la propia densidad del mundo. Y esa densidad es justamente la que el diseñador italiano Fernando Mastrangelo parece buscar, calcular y representar con precisión matemática.
Tras un viaje por la Patagonia, Mastrangelo se fijó en la forma en la que el hielo paraliza y encapsula todo lo que le rodea, y decidió capturar la cruda perfección de la naturaleza con ese brillo glaciar que impone tanto como fascina. De esa experiencia viva surge Ghost: una colección donde la vista siente la aspereza, la suavidad y todo lo que hay encerrado en cada pieza tallada a mano. Si buscamos funcionalidad, podemos hablar de una mesa de café, una consola o una mesa alta, aunque finalmente su posible uso se revela irrelevante más allá de ser una exploración de formas y texturas dignas de admiración. ¿Acaso requiere utilidad alguna un glaciar? Es bueno dejar de lado la funcionalidad, al menos mientras nos actualizamos.
Si a la experiencia del cemento en Ghost sumamos la búsqueda de la transparencia del agua llegamos a Thaw. En esta otra serie, la función busca la alquimia, mezclando en esta ocasión el cemento con polvo de cristal. Unos apliques, un espejo o un asiento parecen buscar más una utilidad ligera, la de la pieza comercial. El concepto es tan fuerte que en ningún momento se aleja de la definición de lo que está vivo. Y detrás de todo esto, la combinación de tecnología con artesanía: desde el modelado en 3D, mecanizado por un brazo robótico sobre espuma, hasta un laborioso proceso manual capa por capa.