A las afueras de Tokyo, en una comunidad rural, había un antiguo establo de más de 100 años. La estructura de madera, ya débil por el pasar del tiempo, aún se erigía con honor a pesar de la dureza del clima. En 2010 la construcción quedó definitivamente abandonada, hasta que una empresa decidió dos años más tarde hacer unas oficinas-satélite en el predio de este edificio.
El arquitecto Issei Suma, encargado del diseño, optó por realizar las oficinas dentro de la edificación y que esta permaneciera intacta. La solución pasó por meter el espacio de trabajo dentro de la estructura antigua y que esta fuera la piel del edificio. Por fuera, lo antiguo permanece y lo nuevo se construye en el interior. Las oficinas son de acero y vidrio, materiales contemporáneos que contrastan con lo rústico de la madera en el exterior.
Esta reforma es un símbolo de respeto hacia el pasado, pero sin dejar a un lado la tecnología de la modernidad. Una dualidad muy característica del país del sol naciente, donde lo viejo es nuevo, lo tradicional, innovador y lo contemporáneo, rústico. En fin, una excelente formula de la que solo los nipones conocen su secreto más profundo.