Máxima privacidad. Inmersión en la exuberante naturaleza circundante. Son los dos requisitos del propietario de una granja a las afueras de Bolzano para construir en su jardín dos viviendas de lujo destinadas a alquileres temporales. Dos picaderos deluxe, dirán algunos. Una arquitectura habitualmente poco dada a la experimentación. Pero estas Mirror Houses reaccionan como los pabellones del artista americano Dan Graham: esculturas visitables en las que se utilizan espejos y vidrios para multiplicar la experiencia perceptiva del entorno. Desorientar. Tergiversar el conocimiento de lo que nos rodea. Y de paso, ocultar los dos bungalows de la vista del propietario, que desde su ventana solo verá el reflejo de los Dolomitas sobre la fachada trasera de espejo. Mientras, el ocupante ocasional disfruta de la privacidad de un dormitorio bañado de luz cenital, y de un salón que le pone a sus pies las espectaculares vistas a través de un gran frente acristalado. A su lado, una pared lateral, que se abre sinuosamente a los viñedos como una cremallera. O que tiende a cerrarse, guiñándonos pícaramente un ojo.
