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Fotos: Juergen Eheim

Durante nuestros años de colegio, hemos oído más de una vez que el paso de la Edad Media al Renacimiento significaba olvidar el teocentrismo en favor del antropocentrismo, la doctrina que hacía del ser humano la medida de todas las cosas. Y es precisamente en una de las capitales del Renacimiento italiano, Florencia, donde encontramos la casa del arquitecto y diseñador Simone Micheli. Sería un poco prematuro hablar de un nuevo renacimiento a propósito de este proyecto, pero no podemos descartar una serie de supuestos que están ahora mismo en el aire. De hecho, la vivienda que Micheli ha realizado para residir junto con su esposa y su hijo es el resultado de sus ideas acerca del lujo ético. Una variación sobre el tema de la sostenibilidad aplicada a propuestas arquitectónicas, donde el hombre y sus experiencias recobran un papel protagonista frente a los objetos y las obras.

Con este trabajo Simone Micheli desecha, por tanto, la opulencia para preferir conceptos como la transparencia, la libertad o el movimiento en un espacio casi sin referentes históricos a pesar de situarse en un edificio del siglo XIX. De esa época, se conserva un gran arco en el que se integra la división en dos niveles y la textura de las paredes desprovistas de su enfoscado original. Los muros funcionan como el testigo mudo de un pasado que se integra a la perfección en un domicilio ultramoderno, pensado para “recobrar la belleza y la verdad de nuestra vida cotidiana junto con nuestros sentimientos personales”, según las palabras de Micheli.

De la vivienda se desprende una gran armonía en blanco, con un suelo tan pulcro como las paredes; un lienzo discreto que se convierte en escenario de vivencias representadas por las notas de color del mobiliario. El verde manzana y el rosa chicle habitan en la planta baja destinada al salón, el comedor y la cocina. En el altillo, el parapeto de obra se cierra con cuerdas entrelazadas a modo de telaraña. En las zonas privadas, el turquesa y el amarillo dan pinceladas lúdicas al dormitorio infantil, mientras que la alcoba principal se concentra en el blanco apenas subrayado por un halo de luz azulada detrás del espejo redondo que domina el cabecero. Otro gran espejo frente a la cama, devuelve a la pareja su humanidad, su cotidianeidad y por qué no decirlo, su desnudez, ya que, como comenta el arquitecto, “cada elemento (…) lleva al el hombre hacia los orígenes del tiempo en los que todo era puro y sencillo”. Pero ¿cómo volver a esa edad de oro con todos los procesos industriales que presiden actualmente cualquier proyecto arquitectónico? Según el autor, mediante la ecocompatibilidad de los materiales empleados, que en este proyecto alcanza el 90%. En definitiva, con la residencia Micheli, el lujo se transforma en un valor responsable y casi ascético que hace de la vivencia humana la verdadera joya del siglo XXI.

 

www.simonemicheli.com

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