Cuando planeamos un viaje de fin de semana para desconectar y cambiar de aires, con el ojo puesto en comer bien, visitar algún museo y dar buenas caminatas por la ciudad, es habitual pensar en Lisboa, París o Málaga. Pero, ¿por qué no Lugano? ¿Suiza? Pues sí.
Dos días en esta elegante urbe de atmósfera italiana, ubicada en la zona de Ticino, son el plan perfecto para combinar naturaleza y emociones culturales. El tercer centro financiero de Suiza nos cautiva por su enclave sobre la bahía del lago homónimo. Rodeada de montañas, con jardines repletos de cuidadas de flores y con un casco antiguo agitado por variados comercios, la ciudad conserva el encanto de la tradición con sus edificios de estilo lombardo y el plus de modernidad que ofrecen tiendas, bares, restaurantes y galerías de arte y diseño.
Podemos empezar dándonos un gusto y alojándonos en el Splendide Royal Lugano, ganador el año pasado del prestigioso Leading Hotels of the World Happy Guest Award. Es un placer levantarse un sábado a la mañana y tomar el desayuno en la íntima terraza frente al lago para ir luego a dar una vuelta entre los mercados callejeros que dialogan, en la sofisticada Via Nassa, con los escaparates de las callejuelas. Las mejores alcachofas y mortadelas de los puestos compiten con los bolsos de Prada o las blusas de Lanvin.
ROOM Diseño disfrutó de una interesante passeggiata gracias a Graziano “Kiko” Gianocca y Carlotta Rossi, organizadores y curadores de Artificio: una iniciativa que promueve el diseño contemporáneo tanto en galerías como en distintos escaparates del centro. El paseo nos permitió conocer no sólo a creadores locales, sino tiendas como White, Antonioli, Götte Óptica o el simpático Matt’s Barber Shop. Para comer, horario europeo, eso sí, elegimos el Grand Café al Porto, nacido en 1803 pero con un menú exquisitamente contemporáneo acompañado del refrescante Merlot del Ticino.
Por la tarde, un breve descanso y nos acercamos al Museo del Arte de la Suiza Italiana (MASI Lugano) y a su nueva sede, el LAC Arte y Cultura: un gran centro cultural dedicado a las artes visuales, la música y la creación performativa. Este espacio, firmado por el arquitecto Ivano Gianola, ha entrado con fuerza en el circuito museístico europeo, con exposiciones como la de Craigie Horsfield, abierta hasta el 2 de julio. Su espléndido auditorio, famoso por su acústica, tampoco se queda atrás. Vale la pena consultar su agenda de conciertos y festivales para conseguir entradas con tiempo.
Después de esta inmersión artística, lo mejor es un gin tonic en la zona de baños donde se encuentra Riva Caccia, una balsa de madera flotante con bar, tumbonas y vistas panorámicas. Por supuesto, no podemos obviar un recorrido por las orillas del lago. Tres kilómetros y medio de vía urbana donde aflora nuestro lado cursi (o rosa): pocos pueden ser indiferentes a las vistas del atardecer. Y para ir cerrando la jornada, una cena en el restaurante Orologio Da Savino nos permitirá degustar las propuestas de influencia mediterránea realizadas por el premiado chef Marco Badalucci.
Hay mucho más, pero, puestos a elegir, si por la mañana del domingo nos levantamos espídicos, una escapada al Monte Salvatore y una caminata desde la cima a Carona, con bocata y agua fresca, puede satisfacer perfectamente nuestro perfil de viajero inquieto. Ese perfil que todos y todas llevamos dentro: mitad urbanita cultureta y mitad aventurero salvaje ma non troppo.