Wona Bae y Charlie Lawler conforman Loose Leaf Studio, un proyecto desde el que abordar relaciones entre arquitectura, arte y botánica. Juntos desarrollan instalaciones de gran formato en las que utilizan lo vegetal como materia prima y como elemento con el que evocar lo esencial, lo primitivo. En sus proyectos de arte público muestran la naturaleza habitando en edificios e invitan al espectador a traducir un diálogo que sucede en dos lenguajes diferentes: por un lado, el del organismo vivo vegetal que se instala y avanza sobre la superficie construida; por el otro, el de la arquitectura misma que sería su interlocutor. El espectador pertenece a ambos lugares y sabe hablar los dos lenguajes.
Al pensar en las relaciones a veces tortuosas -otras llenas de belleza- que se establecen entre individuo, construcción y naturaleza, me vienen a la mente dos iconos en nuestro país. Fue en 2007 cuando el inventor del sistema de jardines verticales, Patrick Blanc, diseñó uno para la fachada del centro CaixaForum de Madrid: el primero de España y un referente de arquitectura verde pensado para la sostenibilidad, la vida y el goce visual. Anteriormente, en 1992 el artista Jeff Koons experimentaba con los atributos estimulantesde lo floral en Puppy: la gran escultura canina situada a la entrada del Museo Guggenheim de Bilbao que muda su cubierta dos veces al año y en cuyo interior habita una sofisticada técnica de riego y abono para que la estampa siga siendo de optimismo y felicidad.
Estos dos ejemplos también ponen al espectador a traducir aquel diálogo, aunque en esta ocasión el énfasis recae en la esperanza de convivencia: una convivencia ideal entre ambos sistemas. Para fomentarla los dotan de artefactos asistenciales para que la materia viva continúe estándolo en su nuevo entorno. ¿Pero qué pasa con la vida en las obras del duo Loose Leaf? ¿Veis algo de debacle en sus instalaciones verdes? En ellas la materia vegetal no parece avanzar sin control, como sí sucede en las urbanizaciones a medio edificar o en las fábricas abandonadas cubiertas de jaramagos. Ni siquiera hay lugar para ese mínimo libre albedrío que se permiten con Puppydejándole crecer el pelaje durante seis meses.
Tanta estatismo parece hablarnos de otras cuestiones. Será porque en sus intervenciones los valores compositivos y el engranaje estético funcionan tan a la perfección, que los elementos botánicos se han petrificado al entrar en contacto con el entorno arquitectónico. Son propuestas inmersivas, escultóricas, invasivas como la naturaleza misma, pero es en el artificio de las formas -y de su avanzar controlado- donde reside lo extraño. Está ahí, está vivo, pero puede intuirse la belleza del fósil.