Hasta el 14 de abril, La gran fábula del capital reúne en Condeduque Madrid una serie de trabajos de siete artistas y de un colectivo que diagnostican o rebaten el realismo capitalista desde una perspectiva que planea entre lo irónico y lo poético. La célebre frase “Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el final del capitalismo” —atribuida a veces a Fredric Jameson y otras a Slavoj Žižek— sirve de detonante para la exposición.
El declive del capitalismo visto desde el arte
Durante los últimos cincuenta años han surgido varios creadores que fantasean con el ocaso del capitalismo desde la disidencia y la vulnerabilidad. Y algunas de sus fabulaciones irónicas y críticas han sido reunidas en la Sala de Bóvedas del centro cultural Condeduque. Allí se exhiben obras históricas, piezas presentadas por primera vez y proyectos producidos específicamente para la ad hoc. “La muestra acoge a artistas que no utilizan el mismo lenguaje impositivo del agresor, sino la fábula, la poesía, la risa, la metáfora y no tanto las proclamas, el eslogan, el machete”, señala Valentín Roma, comisario de la exhibición.
“La idea era no hacer grandes proclamas. Imaginar, de forma irónica, poética o alegórica, y no panfletaria. Repensar desde una idea poética, visual, desde la risa y desde el poder reírnos de nosotros mismos para poder cambiar las perspectivas”, explicó Marta Ramos, comisaria de exposiciones de Condeduque Madrid, en Radio3.
Contenidos capitales para una exhibición maestra en Condeduque
Referente del arte conceptual, Joseph Beuys arremete contra la política situando el mal en la partitocracia y el bien en la democracia directa. De hecho, el recorrido de la muestra comienza con uno de sus vídeos: un combate de boxeo simbólico presentado en la Documenta de Kassel de 1972. Por otro lado, también se pueden ver algunas de las videocreaciones de BarbaraHammer, una de las voces más influyentes del cine experimental y del activismo estadounidenses. Sus proyecciones exploran las disidencias lesbianas y feministas desde finales de los sesenta hasta su muerte en 2019.
Alexander Kluge, el politólogo e historiador de cine alemán —heredero del marxismo ilustrado de la Escuela de Fráncfort—, está presente en esta compilación con sus filmes que condenan el consumo sin criticismo e irreflexivo de mercancías culturales. Y para la ocasión, la escritora Esther García Llovet ha realizado el cortometraje Más lista que idealista, donde explora con cáustica mordacidad la inflación y especulación que domina la venta de pisos en Madrid. Llovet ironiza sobre qué pasaría si el suelo que ocupan las mínimas zonas verdes que delimitan la M30 pasasen a formar parte de la oferta inmobiliaria, y cuánto costaría el metro cuadro en esos islotes con vegetación.
Asimismo, en Black Book, Max de Esteban ilustra con maestría y en clave de animación cómo se construye una obra de ingeniería fiscal para que una corporación de Estados Unidos pueda evadir impuestos por medio de un complejo entramado de sociedades y empresas pantalla alojadas en las islas Caimán, Irlanda o Luxemburgo. Al mismo tiempo, el contenido dialoga con pasajes de Una temporada en el infierno de Arthur Rimbaud. El área dedicada a este artista también exhibe algunas fuentes —publicaciones, objetos, imágenes…— que nutrieron la pieza. Mientras que la propuesta de Marco A. Castillo se basa en el proceso de modernización de Cuba y en el surgimiento del “Hombre Nuevo” nacido tras la revolución. El creador cubano yuxtapone esos conceptos con elementos y sistemas característicos de la producción cubana tradicional y con diseños de la era soviética en forma de biombos y rifles.
Uno de los trabajos más interesantes de la exhibición son los vídeos del colectivo feminista Leeds Animation Workshop. Animaciones con una estética y un lenguaje ingenuos aparentemente dirigidos al público infantil que sobrecogen con temáticas que, por ejemplo, exploran la segregación racial y el bullying —A World of Difference (1997)— o que denuncian los prejuicios de género y las dificultades para salir del armario en ambientes laborales tóxicos —Out at Work (2006)—.
El poder transformador del arte
El centro cultural Condeduque nos tiene acostumbrados a exposiciones modestas, pero contundentes, en las que el sesgo político del arte es un must. Y La gran fábula del capital —que además es gratuita— no iba a ser la excepción. Calificada como un disparate antiliberal en medios de derechas y alabada en otros de izquierdas, está claro que estas metáforas contra el capital levantan ampollas o suscitan elogios donde quiera que vayan. Aunque la cuestión es: ¿puede el arte transformar lo real? Artistas que confrontan el sistema llevan toda la vida trabajando por que así sea.
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