En ciudades densas donde las construcciones se levantan con cotidiana proximidad surge una interrogante inevitable: ¿qué hacer con esos espacios residuales que el urbanismo parece haber dejado al margen, como si fueran errores de un plano demasiado rígido? La Casa de Mireia y Toni, proyectada por Vora Arquitectura, responde justamente a esa pregunta, convirtiendo el vacío en materia y la restricción en un motor creativo.
Arquitectura vertical para ocupar el vacío
La construcción se convierte en un auténtico desafío para quien diseña en urbes muy pobladas. Surgen así pequeños enclaves como fruto de subdivisiones o ensambles improvisados; donde las reducidas dimensiones y las extrañas proporciones obligan a repensar lo esencial: ¿cómo habitar con dignidad, confort y belleza en un terreno que, a primera vista, parece inservible?

La Casa de Mireia y Toni, proyectada por Vora arquitectura, nace de una condición extrema: un solar oblongo de apenas 3,6 metros de ancho. Un recoveco arquitectónico generado por un caprichoso urbanismo, que deja restos de geometrías complicadas y que desafían la lógica de la distribución doméstica tradicional. Pero frente a este condicionante, los arquitectos han decidido asumir la rareza para marcar con ella un leitmotiv espacial propio.


Con su intervención han proyectado una vivienda que se abre hacia dentro y hacia arriba, como si buscara aire allí donde el paisaje le niega el horizonte. La iluminación natural penetra en el ambiente a través de un patio central y otro trasero, originando una atmósfera íntima que equilibra la densidad del entorno. E igual que un mecanismo de relojería, la distribución de cada metro cuadrado y de cada vacío se acomoda con análisis y precisión.


Una casa unifamiliar de luz y aire
La residencia se desarrolla como un cajón profundo donde luz y aire se transforman en componentes tan importantes como la propia materia. Vora Arquitectura ha creado un hogar que se descubre por medio de una secuencia de estancias que se expanden y se contraen mientras ocupan todo el terreno disponible. Asimismo, la estrechez de la crujía condiciona la escalera, ubicada en el centro en paralela al patio; con esta decisión, el estudio ha dado lugar a una serie de plataformas a media altura que componen una topografía vertical donde las habitaciones se van concatenando. Una acción que aumenta la sensación de amplitud.


Es por ello que la Casa de Mireia y Toni no se limita a resolver lo práctico, pues todo el interior late con una intensidad espacial que desmiente la modestia exterior. La fachada se levanta en un elemento tan catalán como la cerámica, y da paso a una escenografía interna impoluta, honesta y completamente blanca. Visto así, resiliencia, adaptación e ingenio son los tres pilares sobre los que se asienta esta propuesta. Y es que donde la ciudad dejaba un fragmento sobrante, Vora Arquitectura ha repensado el papel de la arquitectura en los márgenes para ofrecer una vivienda llena de vida.

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