Si hay algo por lo que el cantande Drake podría pasar desapercibido entre mareas de mujeres preciosas y colgantes de oro, es su afición por el arte contemporáneo. O al menos lo era antes de sacar en 2015 el videoclip de su tema “Hotline bling”, donde el rapero dejaba ver entre baile y baile su admiración por la luz, el color y el espacio. Tras críticas, comentarios y aclamaciones, el asunto no derivó en otra cosa que en el nacimiento de un nuevo y alternativo arquetipo de fan de James Turrell.
Quizá fuera el hecho de haber nacido en California, lugar soleado, lo que le permitiera al septuagenario artista fascinarse desde sus inicios con la iluminación. Allá por los 60 hizo de su estudio un lugar de ensayo, tapando las ventanas para seleccionar la cantidad y el modo en que la luz exterior debía ser atravesada hacia el interior. ¿Qué le habría rondado por la cabeza si, por el contrario, hubiera venido al mundo en Seattle? La cuestión es que su pasión por los espacios abiertos y cerrados, así como por sus infinitas posibilidades lumínicas, pasaron a constituirle como un arquitecto de volúmenes intangibles.
Lo último se trata de un skyspace en las montañas austríacas. Situada en Lech am Arlberg, en el borde con Alemania, se encuentra este accidente artístico que comprende su propia visita como una experiencia. Describir su aspecto es complicado: para la construcción de una habitación semiesférica, Turrel somete a un macizo de la sierra al vaciado. En la parte más alta de su techo abre un vano que permite ver el cielo, mientras que el acceso está determinado por un túnel. Una perfecta combinación entre diseño y naturaleza, que se sirve de la arquitectura para enmarcar caprichosamente elementos seleccionados. Pareciera que el artista quisiera educarnos en el mirar, forzándonos a observar lo bello fuera de su contexto y separado de todo cuanto le rodea.
Por lo pronto, se podría decir que la contemplación del cielo desde el interior de la cápsula no solo conlleva un disfrute de los distintos colores y aspectos que toma el cielo a lo largo del día. Supone, también, la autocreación de una realidad personal generada a partir de la consciencia de los propios sentidos. Aquel que observa se acerca inconscientemente al Mito de la caverna de Platón, pues bajo tierra y con los sentidos limitados al espacio que se ocupa, la percepción verdaderamente es la que uno es capaz de crear.