El concurso convocado para diseñar la iglesia de Våler, un pueblo de apenas cuatro mil habitantes a 150km de Oslo, ha dado lugar a la presentación del mayor número de propuestas jamás visto en Noruega: casi 240 procedentes de veintitrés países. Hay que indicar que la religión luterana está vinculada al estado, por lo que la construcción de un centro confesional depende del erario público. Sin escatimar medios, pero con la inteligencia del que aprovecha los recursos locales, el arquitecto noruego Espen Surnevik ha edificado el proyecto en el mismo terreno que la antigua iglesia de Våler destruida en un incendio.
El nuevo santuario se levanta en una explanada de hormigón conservando la antigua distribución de nave, presbiterio y sala de reuniones. Sí, ha leído bien, sala de reuniones. Porque un templo en Noruega es mucho más que un lugar de oración: es también un centro de actividades para la comunidad local. Con estas referencias, Surnevik lo ha organizado todo como un cuadrado con sus esquinas orientadas a los cuatro puntos cardinales. Todo el interior se ha forrado de madera de haya para ocultar la pesada estructura del edificio, y sus dos torres determinan las áreas litúrgicas.
En el exterior, la madera también es protagonista. La fachada de pino recuerda las especies que habitan en los bosques cercanos, base de la economía de la zona. Hoy de aspecto claro, la madera irá envejeciendo y oscureciéndose con el tiempo y el clima en un ciclo de cincuenta años. De este modo, cada generación disfrutará de una iglesia nueva a partir de la misma estructura. Una resurrección cíclica que viene a materializar la propia resurrección de este templo tras el incendio.