Fotos: Iwan Baan
¿Puede una casa construida en un solar de 32 m2 permitirse el lujo de tener un jardín? Si estuviésemos en Europa la respuesta sería un no rotundo, pero tratándose de Japón, no es raro ver cómo algunos ciudadanos prefieren dedicar más espacio a la vegetación que a las zonas habitables. El arquitecto Ryue Nishizawa, trabajó en solitario en éste proyecto sin contar con su alter ego en SANAA, quizás en busca de su propia forma de expresión. Para ello se enfrentó al debate de la vivienda mínima, que tanto se ha desarrollado en Japón por arquitectos como Waro Kishi o Kota Mizuishi. Del primero podemos ver su Kim House en Osaka y del segundo una residencia en Horinouchi: dos ejemplos de cómo en solares minúsculos se puede llegar a diseños residenciales muy interesantes.
El concepto de este House and Garden supone huir de los espacios tradicionales, buscando una forma distinta de habitar, donde la comodidad queda supeditada a la originalidad, y donde se refleja el carácter creativo de los dueños: una pareja de editores dispuestos a que el lugar en el que viven diga de ellos mismos tanto como su propio trabajo. La estructura es sencilla: planchas de hormigón forman las diferentes plantas del domicilio entre las que se desarrolla la vida de sus habitantes, teniendo como límite con el exterior las terrazas colonizadas por macetas, vidrio y cortinas. Y todo ello unido por una liviana escalera.
No existe, pues, una fachada convencional. Ésta se convierte en un jardín que actúa como parapeto entre la ciudad y el interior, filtrando miradas y luz. Jardineras de terracota e incluso un pequeño espacio de tierra en el bajo son los elementos responsables de crear este fragmento de naturaleza en la urbe. Otro de los soportes que actúan de límite exterior son los cerramientos de vidrio, que obligan –bien es cierto- al uso de climatización convencional. Como un guiño a la Curtain Wall House de Shigeru Ban, las cortinas actúan también como pared, aportando su capacidad de movimiento y ligereza. Y de hecho, en una parte de la casa funcionan también como separador de espacios para crear una sala de reuniones.
La escalera, de proporciones mínimas, recorre como una espina dorsal los cuatro niveles encajonados entre medianeras, y los atraviesa a través de aberturas en el hormigón realizadas con la característica precisión japonesa. En la última altura, un segundo hueco sirve para que crezca y prospere un árbol situado en el tercer nivel.
El proyecto quiere ser permeable y transparente, separándose de la ciudad por un filtro verde que aporta privacidad y da una idea del interés de sus habitantes por sentirse rodeados de vegetación en una urbe como Tokio, donde la gran densidad deja poco margen a los jardines. Supone una propuesta arquitectónica ante la necesidad de nuevas formas de habitar, y un paso adelante en la relación vivienda-jardín. Ryue Nishizawa olvida los conceptos tradicionales tan arraigados en Japón dando un paso más en el diseño, aunque no deja de ser un divertido artificio propio de la conjunción de un arquitecto brillante y unos clientes atrevidos.
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