Al pie de los Alpes franceses, el Domaine Dolomieu resurge como un retiro contemporáneo tejido con memoria. El estudio madrileño michelangeli design ha encarnado su legado en forma arquitectónica, orquestando una intervención pausada y profunda que acompasa el paisaje y el tiempo.
Un hotel spa en el paisaje alpino
Domaine Dolomieu es una esas singularidades que el tiempo preserva como un eco prolongado. Desde el siglo XVII, cuando la familia Gratet —ennoblecida por Enrique IV— tomó posesión del castillo, la propiedad ha atravesado los siglos manteniendo intacto su carácter. Fue Déodat Gratet de Dolomieu, geólogo y explorador, quien dio nombre a la piedra dolomítica y a este dominio. Su espíritu científico y viajero parece haber quedado impregnado en los muros y jardines de esta finca: un punto de encuentro para la arquitectura, la geología, la historia y la vegetación.
La intervención llevada a cabo por michelangeli design desde 2020 ha partido teniendo en cuenta esa sensibilidad. El encargo consistió en ampliar las zonas satélites del edificio principal —rehabilitado en 2017— sin desvirtuar su esencia. Y el resultado han sido dos nuevos volúmenes, Ciprés y Cedro, bautizados así por los árboles bicentenarios que custodian la finca como centinelas verdes del lugar. Situados en claros abiertos entre la espesura, las construcciones se integran con discreción: techos a dos aguas, madera oscura dispuesta en lamas verticales, y una escala que cede protagonismo al horizonte vegetal.
Un viaje wellness hacia dentro de los Alpes
Lo que comienza en el exterior continúa en el interior. Michelangeli design, conocido por su enfoque holístico del diseño hotelero, ha trazado un mapa sensorial del descanso. Cada habitación responde a una filosofía del bienestar: nórdica, japonesa, india. Tres formas de mirar el mundo que devienen en atmósferas.
En Hygge, la cultura del norte se traduce en madera clara, tonos minerales, y una geometría que envuelve como una manta térmica. Los textiles gruesos y los cabeceros esculpidos componen un refugio desde el que contemplar sin urgencia. En Zen, los matices japoneses se articulan con cuero oscuro, madera decapada y paredes de gris antracita. El mobiliario a medida recuerda a los butsudan, altares para la contemplación, espacios que se abren hacia dentro, delineando todo con el ritmo de un haiku. Por último, Vipassana se muestra como un canto cromático al recogimiento: curry, blanco veteado, metales cobrizos. La presencia cromática es completamente estructural, pues organiza, separa y sugiere la experiencia como si de un mantra se tratase.
Asimismo, el rincón más íntimo de Domaine Dolomieu se halla bajo tierra, aunque abierto al horizonte. El spa, ubicado en el semisótano del edificio Ciprés, desarrolla su recorrido como una secuencia coreográfica de agua, piedra y luz. La piscina, envuelta por lámparas circulares que parecen flotantes, ofrece una sensación de ingravidez visual. Los materiales elegidos —pizarra, listones de madera clara, textiles fluidos— construyen un ambiente de calma sin ornamento superfluo. Todo invita a la pausa wellness. Incluso el mobiliario ha sido pensado específicamente por michelangeli design como una extensión de la arquitectura: curvas que abrazan, superficies que respiran y texturas que no distraen.
El diseño cuidado de michelangeli design
Más que una rehabilitación o una ampliación, el proyecto de Domaine Dolomieu se presenta como una definición de diseño cuidado. Una intervención que protege el silencio y la memoria del entorno, además de la experiencia del visitante. Entre cipreses y reflejos, michelangeli design ha escrito un nuevo capítulo para este antiguo castillo, con la finalidad de sentir toda su desde el presente: un paseo al amanecer; el tacto de una piedra húmeda entre las manos; o el eco de un secreto bien guardado en los Alpes.
