El artista mallorquín Grip Face (David Oliver) plasma en su obra plástica la zozobra generalizada de nuestra sociedad. Y se hace especialmente intenso en este diario, compuesto por una selección de poemas visuales realizados entre 2015 y el pandémico 2020, y publicado por la Colección Solo.
Poemas visuales para hablar de incertidumbre
Desde la primera vez que la vi, la arrastro en la memoria: una fotografía de Chema Madoz en la que una escalera de madera está apoyada sobre un espejo, colgado en una pared blanca. La foto es sencilla, incluso amable; aparentemente inocua. Sin embargo, a medida que pasan los segundos se va oscureciendo en el cerebro, invitándote a asomarte; a cruzar la frontera de tu reflejo.
Pocas batallas mentales y emocionales pueden ser más raras y brutales que la de enfrentarte a la cordillera de tus propias sombras. En ese territorio, hallamos el Diario visual volumen uno del artista Grip Face. Un libro que resquebraja multitud de convencionalismos editoriales y artísticos, desde una indefinición creativa que, teniendo en cuenta el desquiciado contexto actual del arte contemporáneo, lo sitúa en un terreno expresivo movedizo.
Tras la máscara de Grip Face, encontramos a David Oliver (Palma de Mallorca, 1989); uno de esos creadores fraguado en los muros de la calle. Desprovisto de las ataduras formales y represiones intelectuales de otras épocas, desarrolla un discurso que combina ingredientes supuestamente antagónicos, proyectado desde la multidisciplinariedad.
Hoy nos acecha la incertidumbre —en todas sus posibilidades socioeconómicas, políticas y medioambientales—, inoculada a través de la conectividad global. Y esta zozobra generalizada se palpa en la actividad plástica del mallorquín; de modo especialmente intenso en el citado diario, compuesto por una selección de poemas visuales realizados entre 2015 y el pandémico 2020, y publicado por la Colección Solo.
Grip Face. Crudo, surreal y naíf
En sus páginas nos adentramos en un paisaje perturbador, formado por una recopilación descabellada de escenas y viñetas protagonizadas por extraños personajes antropomórficos, máscaras, rostros, cuerpos humanos sin cabeza y diferentes objetos cotidianos. Para enmarañar aún más el horizonte conceptual de estas piezas, David Oliver acompaña casi todas las imágenes con palabras manuscritas entremezcladas, como haikus ininteligibles.
Formalmente es una obra áspera, sin concesiones estéticas, en la que no hay vida cromática más allá del negro y sus diversas gradaciones; algo que acentúa la simplificación de lo que se muestra y que endurece su lenguaje. Mensajes crudos, entre lo surreal y lo naíf, en los que, de alguna manera, brota nuestra vulnerabilidad.
Lo cierto es que no resulta fácil aventurarse en este Diario visual, pero cuando derribas la frontera inicial, asoma una interesante perspectiva de desamparo vital. Un abismo interior que colisiona con el espejo social que nos rodea, para poner en duda la obvia artificialidad de su reflejo.