En Armadale (Australia), Jackson Clements Burrows Architects han proyectado la conversión de un antiguo horno de pan, el Golden Crust Bakery, en una vivienda residencial donde pervive la modestia propia de su antiguo cometido, con la racionalidad bien entendida del diseño contemporáneo.
El estudio australiano dirigido por Tim Jackson, Jon Clements y Graham Burrows ha sido el encargado de la rehabilitación de estos 800 m2 de fábrica y almacén, y de su transformación en una vivienda adaptada a las exigencias de una gran familia. Como un ejemplo de fluido diálogo entre cliente y arquitectos, la remodelación de la Golden Crust Bakery ha aunado los dictados de respeto estructural que preservan la personalidad de la factoría, a la vez que la ha preparado para el día a día de una residencia privada.
Pese al gran deterioro que sufría el conjunto y a la falta de cualquier calificación como construcción protegida que impusiera su conservación, los propietarios, atraídos por el carácter sencillo y sincero del establecimiento, quisieron hacer prevalecer la herencia industrial evitando la demolición de sus muros y manteniendo incluso el nombre de la antigua panificadora en su fachada de ladrillos rojos.
Lejos de ser un ejercicio de exhibición o imagen, el encargo atiende a las necesidades reales de un núcleo familiar formado por un matrimonio y sus seis hijos, dos de ellos aún niños y otros cuatro ya en la adolescencia; al que se suman las estancias ocasionales de los abuelos. Los requerimientos de sus habitantes se cumplimentaron en un proyecto que busca la integración y convivencia de los componentes del hogar, al mismo tiempo que potencia la identidad e independencia de cada generación que la conforma, tarea más compleja en entornos de amplio tamaño y edades dispares, como es el caso. Como solución, JCB Architects definió cuatro zonas diferenciadas, destinadas al uso ya sea de la familia al completo, de los padres, de los hijos pequeños o de los adolescentes.
La principal separación, espacial y perceptual, es la creación de una pasarela que une la primera planta del edificio principal, arrancando desde la zona de dormitorios de los niños, hacia las antiguas caballerizas, donde se emplazan las habitaciones de sus hermanos mayores. Esta solución comunica ambos volúmenes al tiempo que adquiere un carácter subjetivo al ser la conexión entre ‘grandes’ y ‘pequeños’: una separación que subraya el sentimiento de adquisición de madurez e independencia. Además, este puente cubierto proporciona protección contra el sol en las fachadas. Por otra parte, la construcción contigua y ‘reino’ de los hijos de más edad cuenta con habitación de huéspedes y un salón para reuniones.
La unión de los dos inmuebles mediante esta arteria de madera y la orientación de las habitaciones hacia el patio fomentan asimismo la fusión entre interior y exterior, ayudando a eliminar visualmente sus barreras y a considerar el complejo como un todo, aunque con diferentes personalidades.
La zona destinada al matrimonio comprende el dormitorio principal de la primera planta y el estudio en la planta baja, separado de la zona de estar. En el piso superior, y no lejos del dormitorio principal se sitúan las alcobas para los menores. Por su parte, el área común tiene su principal escenario en la cocina-comedor donde una gran mesa orientada hacia el patio ejerce de corazón de la casa y de testigo de las reuniones familiares.
Debido a las grandes dimensiones de las estancias, los arquitectos se han valido de la combinación de materiales de diferente naturaleza para revestir suelos y paredes. De este modo, se ha acotado visualmente la antigua factoría y se han creado zonas definidas dentro del conjunto diáfano, acercando los amplios espacios a una escala humana mediante el control de las magnitudes industriales. Así sucede en el salón central o en la integración del baño y el vestidor como una isla en el dormitorio principal, soluciones que crean un juego de volúmenes abiertos y que a la vez favorecen la privacidad.
El diseño interior, también de JCB Architects, es contemporáneo y limpio, con predominio del blanco, junto a colores y materiales naturales, y un mobiliario sencillo; todo ello contrasta con el rudo exterior y resalta aún más los detalles originales de la construcción. Sin olvidar el muro verde que domina gran parte de la construcción: un inmenso panel de vidrio recubierto por un vinilo adhesivo con motivos vegetales y que como un inmenso trampantojo juega a ser un ejercicio de paisajismo vertical.
En la concepción del proyecto, se le ha dado una gran importancia a la preocupación medioambiental mediante acciones como la instalación de paneles solares para los sistemas de calefacción, incluida la calefacción de la piscina; sistemas de aire acondicionado de caudal refrigerante variable (VRV Variable Refrigerant Volume), el cierre automático de las contraventanas para asegurar la protección solar, o la instalación de dispositivos de almacenaje del agua de lluvia para el abastecimiento de los aseos, la piscina y el riego. En la planta del sótano se ubica este tanque de agua, nivel que también alberga el almacén y la bodega.
El estudio Jackson Clements Burrows fue fundado en 1988 con el objeto de compartir la visión de una arquitectura innovadora y sostenible. Hoy, la oficina afincada en Melbourne cuenta con treinta y cinco profesionales, y desarrolla trabajos en Australia, España, Tailandia o Nueva Zelanda. En esta intervención, los arquitectos han conseguido dar una dimensión doméstica a una construcción esencialmente industrial. Un envoltorio de ladrillos rojos, propios de la arquitectura de la revolución económica del siglo XX, que esconde el lujo de un espacio reordenado en función de las demandas de sus habitantes.