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Si echamos un vistazo a la historia del arte, resulta evidente que el vidrio no ha sido un elemento especialmente utilizado en esta disciplina. Su vinculación con la utilería casera por una parte, y con el ámbito de la artesanía por otra, así como la dificultad de su manipulación, han limitado su empleo artístico. Con este tipo de antecedentes nació Glasstress en 2009. Una exposición colectiva que intenta recuperar su uso en clave contemporánea. Diversos creadores, junto a arquitectos y diseñadores revisitan en su segunda edición y bajo el parapeto de la Bienal de Venecia, las infinitas posibilidades de color, formas y significados que puede ofrecer. Murano, isla atada a esta industria desde hace siglos, vuelve a ser el espacio perfecto para exponer las numerosas lecturas que de este material hacen los autores de la muestra.

El hilo conductor de los trabajos es precisamente la exploración de distintos tipos de vidrio en esculturas, instalaciones y objetos de diseño. Sin embargo, de los aspectos más interesantes de Glasstress destaca el hecho de que más allá de los resultados, se lancen puentes entre tres campos a veces enfrentados: arte, diseño y arquitectura. Lecturas que dan a Glasstress una envergadura y un empaque mucho más significativo en esta segunda edición.

En este “renacer”, encontramos obras de Zaha Hadid, Jaume Plensa, Patricia Urquiola, Jaime Hayón o Tokujin Yoshioka. Nombres de repercusión mediática que aplican su discurso creativo a este producto inorgánico, frágil, transparente y amorfo. Colores brillantes, formas retorcidas o líneas puras y minimalistas que cobijan resultados excepcionales. Hacemos especial hincapié en Javier Pérez, con su montaje Carroña: despojos cristalinos devorados por cuervos. Igualmente inquietante es el trabajo de Shi Yong, y sus entes oníricos, o la propuesta gélida y silenciosa de Charlotte Gyllenhammar. Identificables son las instalaciones de Hitoshi Kuriyama, que usa los fluorescentes en composiciones caóticas donde la luz y la destrucción van de la mano. Sin olvidar a Marya Kazoun que lleva el cristal al terreno de la performance, o a Pieke Bergmans que unifica surrealismo, escultura y sentido del humor.

Por supuesto, también hay piezas previsibles, aburridas y simples que destilan una ingenuidad y una calidad discutibles. Algo que sin embargo no repercute en el interés por esta exposición. Con el respaldo de Venice Projects y el Museo de Arte y Diseño de New York, Glasstress 2011 pone a prueba el talento y la técnica de sesenta creadores con un objetivo claro: demostrar que el vidrio tiene mucho que decir. Como evento paralelo a la 54º edición de la Bienal de Venecia, Glasstress podrá verse hasta  el 27 de septiembre.

www.glasstress.org

 

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