Algunos califican su obra como surrealista, onírica o fantástica, nacida en Ohio y residente en Nueva York, Brooke Didonato acostumbra a contar historias a través de sus fotografías, en esta ocación, lo hizo mediante una extensa y animada conversación con Room Diseño.
Son las cuatro de la tarde en Madrid y las once de la mañana en Nueva York. Marco el número de Brooke Didonato y preparo mi mejor inglés para saludarla. Cuando escucha la primera pregunta se sorprende: “¿Que quién soy? [silencio durante unos segundos] Soy artista, soy mujer, soy de Ohio… Soy queer”. En realidad, sé perfectamente quién es. Quiero decir que en más de una ocasión hemos visto alguna de sus fotografías: composiciones que se distinguen por su surrealismo bello. Su limpieza y perfección se apropian de quien las observa y juegan al engaño mientras el cerebro insiste en encontrar el detalle menos genuino. Al final, uno se da cuenta de que esa escena aparentemente costumbrista no es del todo común ni cotidiana, es más bien ilusoria, fruto de Alicia en el país de las maravillas y de cualquier película de Yorgos Lanthimos. Ella, sin embargo, define su trabajo de otra manera. “Diría que es extrañamente familiar. Lo reconoces porque estaba dentro de ti, pero lo ignorabas y, de repente, has conectado todas las piezas. Es algo que solo identificas una vez que lo has sacado y se ha materializado”.
Durante nuestra conversación, ni Yorgos ni Alicia son referentes que salgan de su boca. Sí que lo son Gregory Crewdson —ROOM Diseño nº 11—, fotógrafo de creaciones cuidadas y minuciosas sobre vecindarios estadounidenses; o Alex Prager —ROOM Diseño nº 20—, quien, a partir de modelos, actores y extras, genera puestas en escena cinematográficas, inquietantes e hiperrealistas. No cabe ninguna duda: la conexión que guarda con ambos fotógrafos es una evidencia. La teatralización de las acciones, el tratamiento de la luz y la distribución de los espacios proclama a gritos su condición de casi cineasta. De ellos, Didonato absorbe la facilidad para narrar historias desde una escena inmóvil. También bailan los tres en esa separación de fantasía/realidad, a veces más aquí y a veces más allá.
El viaje como forma de evolución
Los desplazamientos siempre han sido una fuente de inspiración. De cuántos artistas habremos oído odiseas y aventuras por el orbe con el fin de vencer la sequía creativa. Para Brooke, el viaje no es sino el tronco de su producción fotográfica. Sus imágenes han sido concebidas en diferentes rincones del globo: Holanda, Brasil, Japón, Italia, Nueva Zelanda… Allá donde va trata de mantener vivo su proyecto, de construir una línea con lo que el azar le va poniendo delante. De hacer del mundo su domicilio, de demostrar que una casa no es un hogar. “Gran parte de lo que hago está únicamente en la localización, por lo que me voy alimentando de lo que voy encontrando. A veces soy muy afortunada: el tema se alinea con el emplazamiento. Otras veces saco una foto del lugar y vuelvo después. Mis fotos están muy calculadas, pero al mismo tiempo no. No es como si las estuviera creando en un estudio”.
Su práctica artística parte de la recolección de instantes, de la apreciación de lo estético en el objeto encontrado, del recorrido como musa para la creación. Es una labor independiente, y para llevarla a cabo solo necesita una cámara y un cuerpo, que es el suyo propio en la mayoría de los casos. ¿Las ventajas de trabajar sola? Que material y artista se funden. “Tú tienes todo el control. Eres capaz de interpretar a la perfección lo que quieres hacer, no tienes que preocuparte de comunicar a otra persona lo que estás intentando decir en esa fotografía”.
Pero no solo la independencia creativa o el peregrinaje son los perfectos aliados de Didonato. Poco se habla de su producción en equipo, de todo el bagaje de relaciones que mantiene con los que la rodean y colaboran con ella; de la retroalimentación y enriquecimiento que ello supone. “Disfruto mucho también perdiendo todo ese control del que te hablo cuando trabajo con otras personas. Lo hago con muchos bailarines, y me encanta porque ellos también son artistas, así que es natural que haya un choque; pero, aunque al principio sea una colisión, se llega a un punto mucho mejor que a donde yo podría haber llegado sola. Es muy colaborativo y me gusta por la energía y por la influencia que recibo”.
Piernas, piernas, piernas
Pero, de nuevo, he ahí las épocas, los periodos personales, las obsesiones temporales, los gustos que vienen y van. Las fases. “Yo estuve aproximadamente dos años enfocada en las cosas derretidas, quería que todo estuviera derretido. Estuve muy metida en ese momento, esto funciona por ciclos. De hecho, incluso he pensado en volver a hacer algo derretido este año. Realmente es mi trabajo el que define mis etapas. Tuve un año en el que fotografiaba las piernas de las personas y cuando me daba cuenta decía: ‘¡Oh, Dios mío, todas mis fotos son de piernas!”.’
Es algo que todo el mundo hace de manera natural. Al fin y al cabo, los humanos somos un filtro, y toda información que pase a través de nosotros quedará impregnada del estado en el que nos encontremos. Creatividad que viene y va, impulsos, materializaciones de las que uno no es consciente hasta que pasan, hasta que hay distancia suficiente como para poder reflexionar. Brooke se refiere a los proyectos Roses o Stilettos. También a las imágenes de la mujer que se cuela en una casa por la ventana, a la que cae de cabeza en un campo de hojas secas o a la que asoma la parte inferior desnuda por el hueco de la puerta. Piernas, piernas, piernas.
El postviaje
Después de varios años viajando y ahora que se ha instalado en Nueva York, llega la hora de decidir qué hacer con todo el material recopilado. ¿Cómo se debe presentar? ¿Son solo fotografías o forman parte de algo más grande? ¿Dónde se van a exponer? “En los últimos cuatro años solo he creado y no he pensado en esto, pero ahora que estoy en Nueva York me emociono al plantear este tipo de cosas. Me encantaría hacer instalaciones recreando espacios y construcciones. Experimentar con estructuras en las que la gente pudiera entrar. En la calle, en una galería… No sé exactamente cómo, no he pensado mucho en esto. También estoy interesada en el vídeo, pero no sé a qué nivel aún”. Es precisamente este carácter espontáneo, carente de técnica rígida, lo que aporta a su obra la cantidad de ironía exacta para llegar a comprenderla. Descubrir nuevas formas de hacer arte, desconocer los límites, servirse de nuevos medios, intentar la prueba y el error. Es la libertad con la que Brooke afronta la vida, con la que hace ligero lo pesado. Ese modo no reglado de producir.
No contamos con la capacidad de predecir el futuro, pero sí para coronarla como reina de los antagonismos; como soberana de los estampados y los colores primarios. Fotógrafa digital, destaca por saber detener el movimiento justo antes de que la acción termine: esa habilidad para congelar instantes, para darle al botón de pausa en el mejor momento de la película. Brooke Didonato sabe localizar en los escenarios del azar vestigios de su propia vida. Ella los documenta para descubrirle al mundo la presencia que el pasado tiene en el presente. Para describirse abiertamente, tal y como ella es.