Países Bajos continúa siendo el epicentro mundial del food design. Es decir, de estudios de diseño enfocados, si no en la comida, sí en el acto de comer. Studio Appétit es uno de ellos y, aunque arrancó su actividad en Nueva York en 2010, actualmente tiene su sede en La Haya. Ellos mismos se definen como equipo multidisciplinar con tres áreas de acción principales: atelier de producto, agencia creativa y consultoría culinaria. Eso ya nos pone sobre aviso: aquí la alimentación se entiende como campo para la experimentación y la investigación.
Studio Appétit. La comida como herramienta comunicativa
Uno sus servicios, Room Service, está dirigido a hostelería y se ha concebido para ofrecer bebida y menús a medida de sus clientes. Si cada empresa tiene su logotipo y muchas marcas ya cuentan con una fragancia propia —que reconocemos al entrar en sus establecimientos—, Studio Appétit consigue traducir ese carácter abstracto en una creación culinaria ad hoc. En manos de su fundador, Ido Garini, la gastronomía se transforma en una herramienta de comunicación como cualquier otra.
Hasta ahora, cuando nos referíamos a identidad corporativa pensábamos en un logo, una paleta de colores o una tipografía concreta; rara vez en un postre o un cóctel. Pero las compañías no solo esperan que se las identifique con una serie de códigos visuales: quieren convertirse en experiencias. Si a comienzos de los dosmiles se hablaba de marketing emocional, ahora estamos en la era del marketing sensorial. Y esto tiene un porqué: cuanto más tecnológicos son nuestro trabajo y nuestra vida, más sensorial será nuestro ocio. Y entre este tipo de vivencias, comer y practicar sexo se llevan la palma de la sensualidad, pues cada uno de nuestros sentidos participa en estas dos actividades. Desde esta perspectiva, Garini, el estudio británico Bompas & Parr o Marije Vogelsang son adelantados a su época: llevan más de una década en un territorio resbaladizo. Aunque después de tantos años intentando explicar lo que hacen, el tiempo parece darles la razón.
La transformación del Food Design en un universo creativo
No sin cierta guasa, durante el London Design Festival de 2017 Studio Appétit erigió un tótem en honor a la nueva religión que supone nuestra obsesión por la restauración. Algunos ávidos observadores de su entorno descubrieron en el acto de comer muchos de los mimbres que conforman las religiones. No solo el componente ritual, el fanatismo por nuevos ingredientes o las dietas, sino también las peregrinaciones de los foodies a los restaurantes premiados con estrellas Michelin por todo el globo. Una nueva fe que acertaron en llamar foodismo.
Gran parte de los proyectos de Studio Appétit consisten en eventos o vivencias inmersivas para firmas. En un principio, la comida y la bebida eran un elemento más en este tipo de encuentros, hasta que poco a poco fueron encumbrándose como eje principal de su labor. En su universo creativo encontramos la conceptualización de una vajilla —o, mejor dicho, el soporte sobre el que comer—, un festín servido en pequeñas setas de madera, aperitivos de gelatina que los comensales tienen que perseguir con la boca, minerales comestibles o un catering cuyos sabores e ingredientes definen un país o una estación del año.
Studio Appétit conjuga todas estas maravillas en su porfolio. Foodistas o no, la alimentación como eje narrativo, como experiencia lúdica y sorprendente o como herramienta de comunicación permea poco a poco nuestra realidad. Cada vez son más frecuentes los estudios especializados, los restaurantes que ofrecen propuestas inmersivas o los eventos en los que el catering es un disipador de conversaciones. Esos visionarios a los que dedicamos este espacio en cada número abrieron un camino nuevo y conquistaron un territorio en el que el diseño tiene mucho que decir.
Después de diez años parece que Studio Appétit no se equivocaba. En palabras del propio Garini, “nos mueve nuestro amor por desafiar los límites convencionales de las disciplinas tradicionales y traducirlos a nuevos mundos sensoriales. Con la sorprendente relevancia de la cultura culinaria, queremos producir entre nuestros clientes un viaje físico y espiritual.”
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