Suena pesado, se revela contra la naturaleza, contra la naturaleza pop. Es un consumismo convertido en conformismo, en apatía. Hablamos de la alienación de una sociedad nacida en paz y criada por los bancos. Una sociedad que es básicamente un laboratorio de necesidades in vitro, en cuyas probetas ha nacido el paraíso millennial.
En este contexto tan dispar como a-conceptual es donde hay que situar el proyecto Nirvana, organizado por la Aalto University de Estocolmo y desarrollado por doce estudiantes. El reto: diseñar una colección de sillas de costes reducidos y dimensiones limitadas con tres materiales -acero, vidrio y láminas de aluminio- bajo el concepto “nirvana”. Pero no nos equivoquemos. De desafío, nada. Tres materiales es un máximo altísimo y muy común en el proceso de creación de productos. Y de concepto, menos. Nirvana: o tiene que ver con un grupo grunge, o es la extinción de deseos físicos, ese vacío que llena la nada.
De entre todas las piezas destacamos, por sus destellos de calidad, las sillas Fotel, Ara, Kaiku y Piiri. El resto son honestos trabajos de escuela con voluntad estética que buscan la foto. Lo preocupante de propuestas de este tipo es la extensiva falta de creatividad, no de los alumnos, sino de las escuelas y las universidades. De los profesores. Sus planteamientos y apaños son artesanales ejercicios de estilo, con una impresionante difusión mediática. Pero eso no es criterio. No es nirvana. Es ruido de fondo.