La forma rectangular y prolongadamente rectilínea de la Residencia Ellsworth descansa sobre las colinas de Cave Creek, en el vasto desierto de Arizona. Una propuesta de vivienda que intenta no romper visualmente el entorno deshabitado sobre el que se asienta y que hace de su interior un espacio idóneo para el arte.
Ellsworth Residence no es otra cosa que un volumen geométrico y sencillo, donde la frontera exterior-interior queda distorsionada. Los paneles acristalados que conforman sus fachadas principales permiten que el horizonte entre en todas las estancias de la casa.
A Michael P. Johnson le gustan los retos, y construir en medio del desierto ha sido uno de sus últimos desafíos. Para llevarlo a cabo, el arquitecto tuvo que lidiar con las particularidades propias de una geografía única (el desierto de Arizona), a la vez que decidía la forma y el estilo. El resultado es un rectángulo alargado, de aspecto muy liviano, que se asienta delicadamente sobre el terreno. Como el propio Johnson ha reconocido en varias entrevistas, su preocupación principal, a la hora de definir el diseño final, fue “de qué modo reducir el impacto visual que la construcción podía causar sobre las colinas donde se localiza y cómo permitir a su vez la mayor continuidad de visión hacia el desierto”. De esta inquietud ha resultado un edificio que es básicamente una pieza de estructura rígida, apoyada en dos prominencias del terreno: dos salientes que se hicieron corresponder con los dos extremos de la base y que han permitido que este cubo horizontal funcione como un puente con el que salvar un arroyo que fluye en época de lluvias.
Galería de arte
Terminada en el año 2007, la Residencia Ellsworth fue el encargo de un entusiasta coleccionista de arte, por lo que el segundo reto para el arquitecto consistió en convertir el interior en una zona óptima para la exposición de las obras. Y Michael P. Johnson lo logró con un apabullante escenario (casi un sofisticado centro de arte) envuelto en una atmósfera tan minimalista como bella: las desiertas colinas de Cave Creek. En este sentido, arquitecto y propietario trabajaron unidos para que las piezas artísticas y el interiorismo produjeran una única sensación. Así, la distribución del domicilio presenta como prioritaria el área de recibo conformada por un gran salón y el comedor. Además, la casa cuenta con una amplia cocina y con dos dormitorios principales localizados en cada uno de los extremos; por supuesto, cada uno con su propio baño. Una habitación de invitados, casi independiente, y el garaje concluyen la planta de esta residencia
Minimalismo y desierto
El interior se cubre en los suelos con una piel de porcelánico que unifica todas las estancias. El color de paredes y techos es una prolongación de este suelo blanco. Por su parte, el corian, usado de forma inteligente en baños y cocina, aporta esa sensación de uniformidad que ofrecen las superficies sin junta alguna, lo que apoya la estética de la vivienda. Una estética limpia, minimalista y arrogantemente blanca, resaltada por el tono oscuro del mobiliario y por las obras de arte. Finalmente, el acero y el cristal completan la corta lista de materiales empleados en el proceso.
Proyectar una edificación como ésta, en un entorno tan aislado y carente de vecinos, ha permitido al arquitecto dar al cristal todo el protagonismo. De hecho, como se ha comentado anteriormente, grandes paneles de vidrio conforman las dos fachadas principales. Dos fachadas, la norte y la sur, que invitan a observar el exterior en un acto de voyeurismo casi intimidatorio.