Puede parecer surgido de la nada y en la nada, pero no: el Motorland de Aragón es hijo del circuito urbano de Alcañiz. Clausurado tras casi cuarenta años de vida por carencias en la seguridad de los pilotos, tenía un trazado entre las calles de esta ciudad que resultaba más rápido que instalaciones ad hoc como Jerez o Montmeló.
El nuevo circuito, situado a las afueras, lleva la firma de Hermann Tilke, autor de todos los grandes trazados de velocidad de las últimas décadas. Este de Aragón se encuentra teóricamente entre los mejores del mundo y a punto estuvo de ver pasar a los bólidos de Fórmula 1. Pero aquí no estamos en Bahrein, de modo que cuando hay que dotarlo de todas los servicios que necesita una ciudad del motor empiezan las carencias.
Son muchos los millones que ya se han inyectado desde la administración al complejo, pero la crisis aún pesa. Norman Foster ganó en 2007 un concurso para realizar el Motorcity con un proyecto espectacular bastante descontextualizado: una construcción alienígena de luz y cristal en un sitio que no es los Monegros pero lo intenta. Aún no hay nada construido.
Los arquitectos holandeses MVRDV, también invitados, se sitúa en este solar de otra manera. Frente a un paisaje Mad Max de sol, gasolina y polvo, el estudio holandés hace emerger del subsuelo una burbuja fresca de espacio público. El terreno se levanta, rompe y craquela ante ella, protegiéndola del sol y creando un pequeño oasis de sombra y paisajismo brutalista dividido en un continuo de plataformas que separan sutilmente áreas vinculadas a cada pieza emergida.
En estas moles se acomodan los distintos usos de este autodenominado área de ocio y cultura. Cada uno de ellos exige diferentes huecos en los estructurales y gigantescos muros laterales de hormigón, todos ellos mirando a la plaza compartida. A través de las inmensas cristaleras que se inclinan hacia el lugar de sombra, se produce una continuidad de zonas interiores y exteriores.
El suelo de tierra y pequeña vegetación sube por las cubiertas, demasiado inclinadas quizá para el uso peatonal que les otorga la memoria del proyecto. Que no se puedan usar no les restaría belleza. Me hubiera gustado ver este proyecto ganador y construido; ver a pie de calle desde fuera; este paisajismo brutalista, un terreno roto desde dentro, un espacio de vegetación, agua y sombra, delicado, dando vida a unas moles que no lo quieren ser.