Situado frente a la animada Plaza de Olavide, en el nuevo local de Cara Mela uno puede probar su deliciosa especialidad: la reinvención de la clásica manzana de caramelo, entre otros dulces de autor. Pero también puede comprobar cómo gracias a la concepción espacial inteligente y divertida de Casa Antillón se ha conseguido huir de lo convencional. ¿El resultado? Una cafetería donde la cocina original y el contexto lúdico a través del color y la forma generan un espacio con identidad propia.
Casa Antillón soluciona el espacio limitado
Dado que la arquitectura original donde se enmarca Cara Mela presenta unas dimensiones reducidas, Casa Antillón ha enfrentado el reto de dotar al lugar de una amplitud que no tiene. Es por ello que la alteración de la composición ha sido fundamental para lograr este efecto, casi óptico, en el tamaño del local. El joven estudio bautiza sus soluciones como sístole y diástole, dos operaciones espaciales contrapuestas que funcionan como analogía de los movimientos cardíacos: la contracción y la expansión.
La primera zona que recibe al usuario cuenta con un mueble-fachada; este se pliega sobre sí mismo y en diagonal hacia el interior de la superficie blanca, a la vez que reúne todas las necesidades de las propietarias del negocio: mostrador, barra, caja registradora, almacén, refrigerador, horno, cafetera, estantería, basura y lavabo. Un ejemplo de economía del espacio llevado al extremo que, además de agrandarlo gracias a la textura de su acero inoxidable —reflectante para la luz—, goza de un planteamiento arquitectónico que hace de este elemento multifuncional un objeto de belleza intrínseca.
De este modo, la anchura de la segunda sala no es tan escasa. Allí, la intensidad de un paisaje monocromo verdoso, más amplio e inmersivo, acoge al visitante en esta dualidad provocada. Casa Antillón crea intencionalmente dos atmósferas distintas que ejercen como actores antagónicos según su interiorismo. Ahora las dimensiones se derraman y se expanden, y la percepción cambia completamente gracias al audaz uso de la forma y el color.
La atmósfera lúdica de Cara Mela
En la segunda estancia el cromatismo aparece en dos tonalidades complementarias: verde y rojo; gamas que coinciden con el aspecto de la típica manzana caramelizada que han reinventado en Cara Mela. El diseño del escenario posee cierta teatralidad, con iluminación concreta en puntos específicos. Los materiales empleados son el azulejo y la pared de yeso, pintados en verde tras la pulcritud blanca de la primera parte de la pastelería. Pero, al fondo, un llamativo foco de atención: una ventana en metacrilato rojo que permite “espiar” el trabajo artesanal de la cocina. Vano o marco, el resultado capta la visión del usuario de manera inteligente.
Sin embargo, otro detalle verdaderamente destacable es el del mobiliario, que de nuevo tiene una función pragmática y estética al mismo tiempo. Figuras geométricas y orgánicas emulan los moldes que se utilizan en la repostería, y sirven como asiento o mesa; como exposición o escultura. Con ello, Casa Antillón regala a la confitería un sentido lúdico y moderno, a través de un interiorismo con apariencia 2D, plano y sencillo, como si de un dibujo infantil se tratase. Las divertidas piezas de acero lacado flotan debido a su ligereza y sus diferentes alturas y volúmenes. El sello personal del estudio trata de integrar un enfoque más “artístico” sobre las arquitecturas que proyecta.
Las tendencias en una pastelería de autor
Si bien ciudades como Madrid viven inmersas en un ritmo frenético de aperturas de negocios gastronómicos, es cierto que la mayoría de estos parecen estar cortados por un mismo patrón. La moda o la tendencia imperante suele ser la solución aplicada, sin dar oportunidad a la alternativa o la unicidad. Casi siempre se utiliza una estrategia de copy – paste que hace que apenas haya variedad entre un sitio u otro, y que lo “nuevo” sea, en el mejor de los casos, el contenido, pero no el continente.
Con un toque de frescura y renovación, Casa Antillón demuestra cómo un estudio joven y emergente es capaz de aportar distinción a los espacios más convencionales. Huir de la réplica constante a la que el cliente está habituado también puede ser posible por un equipo que no arrastra consigo una larga experiencia, pero sí una mirada interrogativa —y especialmente resolutiva— sobre los conceptos espaciales.
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Emanuel Álvarez, Ismael López, Yosi Negrín y Marta Ochoa, cuatro jóvenes arquitectos procedentes de la ETSAM (UPM). Juntos han fundado un colectivo de arte, arquitectura y diseño en Madrid, que explora diversos territorios culturales a partir de la experimentación en el espacio.
Como firma de arquitectura y diseño, Casa Antillón cuenta con una colección de mobiliario propia (Domestic Fictions), y con otro reseñable proyecto arquitectónico: MOOD Hair Salon, una peluquería que también escapa de los moldes tradicionales. Además, alberga en su seno una galería que organiza exposiciones de arte emergente.