El Guggenheim de Bilbao nos enseñó hace 25 años la importancia de la escala y la posición de las piezas arquitectónicas dentro de un entorno consolidado. Esta vez, en la región de Yunnan, nos encontramos cinco volúmenes que forman otro museo y que se recortan sobre el paisaje agrícola de una manera bastante provocadora. El diseño apuesta por un revestimiento del color de la tierra para acercarse al contexto. ¿Es este gesto suficientemente conciliador?
El color de Yunnan
Los arquitectos de Line + tenían el reto de encajar un proyecto de casi 10 000 m2 de superficie sobre un paraje de suaves colinas junto a las orillas sin cultivar de un lago de la región. En la fase de concurso, apostaron por cinco volúmenes diferentes que pudieran organizarse alrededor de una plaza cubierta. Para aminorar —aún más si cabe— el impacto sobre el medio, se esbozó una piel para estas cajas con una piedra del color de la tierra de Yunnan.
De esa estrategia obtuvieron una serie de figuras abstractas con las que irrumpían entre las delicadas líneas de la topografía, pero que al menos —al estar fragmentadas y mostrar ese color— lo hacían de una forma razonablemente amable.
Un centro de arte dominando el paisaje
No es fácil incorporar una disposición escénica —que necesita exteriores opacos para controlar las entradas de luz— de unas dimensiones como las que requería la propuesta en un ambiente tan vulnerable. Sin embargo, la posición que ocupa el centro de arte en la parte más alta de uno de los cerros no ayuda a que este quede ligeramente oculto o mínimamente integrado. El edificio se propone dominar la colina para dominar el paisaje.
A pesar de este gesto, podemos observar en el recubrimiento un esfuerzo para evitar que el conjunto se muestre completamente ajeno al entorno. Un trabajo interesante con el que los arquitectos rompen el hielo en el diálogo con la agricultura.
El equipo de Line + se concentra en incluir una textura que cargue de expresividad a los grandes paños ciegos de las fachadas de las cinco piezas. Su diseño arroja una pequeña sombra sobre el propio paramento que consigue ser continua, aunque la discrepancia de inclinaciones de los distintos planos concentra la tierra de la excavación en el proceso de fabricación, para hacerse con la tonalidad y la textura propias del lugar. La construcción, igual que los cultivos, crece y está hecha de la misma materia.
El efecto Guggenheim
El planteamiento parece que está maldito desde el principio. Los arquitectos luchan por plasmar unas utilidades y unas tipologías totalmente impropias a un contexto ya consolidado, y solo les queda jugar la baza de buscar esa imagen disruptivamente amable que haga que todo el conjunto se mantenga en un equilibrio imposible.
El resultado nos enseña una imagen interesante, honesta, pero a punto de traicionarse a sí misma, una escala desmedida, en relación a lo que percibimos de su entorno, para un uso con nombre y apellido: El efecto Guggenheim.
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El proyecto está construido en un entorno agrícola, en las orillas de un lago de la región de Yunnan.
Diseñan unas piezas de hormigón en el que se incorpora la tierra del sitio en el proceso de fabricación.