Artesanía manual y una sofisticada tecnología más allá de las modas. Así es la hoja de ruta de la empresa italiana Edra. ROOM Diseño tuvo la oportunidad de entrevistar este verano a Valerio Mazzei, su carismático presidente. El motivo: los veinticinco años de una firma cuyas piezas casi escultóricas apelan al confort y a la simplicidad desde la innovación.
Alto, elegante, con un traje impecable y luciendo un daliniano bigote que enmarca su franca sonrisa. Así se presentaba en Madrid a mediados de junio Valerio Mazzei. En el showroom de Aretha, agente exclusivo de Edra en España y espacio donde tuvo lugar esta entrevista, Mazzei insistía, con locuacidad y convicción, en que su empresa, creada en 1987, festeja con este aniversario, sobre todo, una manera de pensar, de innovar y de plantarse en un mercado altamente competitivo.
Efectivamente, revisando su extenso catálogo vemos productos que reinterpretan poéticamente los arquetipos del mobiliario. Para ello, tanto él como su socio, Massimo Morozzi, eligieron desde el principio un camino alejado de los diseños al uso, y potenciaron cierto tono intelectual exhibiendo sus trabajos como “la alta costura del diseño”.
Esto implicó tener que superar –incluso todavía hoy- el prejuicio de ser definidos como extravagantes. “Siempre decimos que no hay nada raro ni fantasioso en Edra. ¡Para un proyecto trabajamos muchos años!”, ironiza desmintiendo mitologías. “De hecho, viajamos por el mundo buscando materiales, intentando obtener la mayor comodidad en nuestras piezas, porque queremos que cada cosa esté realizada con el fin de mejorar la función para la que fue concebida. Inventamos incluso los materiales cuando no existen, y en un proceso así, créame, no hay lugar para la extravagancia. Nuestra pregunta de partida es siempre esta: ¿cómo hacemos para diseñar una nube y tumbarnos sobre ella?”.
“Siempre decimos que no hay nada raro ni fantasioso en Edra. ¡Para un proyecto trabajamos muchos años!”
Valerio Mazzei
Este planteamiento produjo en su momento un cambio real en el sector. Todo empezó con una pequeña fábrica en Perignano, cerca de Pisa, y ahora Edra cuenta con un complejo industrial, un showroom en Milán, un crecimiento internacional constante y piezas que forman parte de los mejores museos y centros de arte del mundo. Y la crisis no parece afectarles. Por el contrario, Mazzei insiste en que ante situaciones difíciles se fortalece la propia manera de ser de la empresa. “Las crisis son como los temporales; llegan y no puedes hacer nada. A lo sumo, intentas estar con un paraguas”.
Intelecto, estómago y personalidad
Según Mazzei, que procede de una familia dedicada a la fabricación de muebles, Edra no podría haber actuado de otra manera. Solo están interesados en ideas que llevan la marca de la innovación, incluso a costa de revolucionar las técnicas de producción. En un mundo en donde todo se parece cada vez más, la tiranía de la uniformidad lo irrita. “Vivimos tiempos muy planos, sin energía. Cada vez es más difícil encontrar propuestas con verdadero contenido. Y para que un objeto tenga vida es importante que esté hecho de intelecto, pero también de estómago y personalidad”.
Y es ahí donde Mazzei recuerda, no sin cierta nostalgia, a maestros como Eero Saarinen o Mies van der Rohe, “que realizaban un trabajo sincero, inteligente, personal, sin importarles las tendencias. Los grandes creadores no salen de escuelas ni de estudios de mercado. Son figuras singulares cuyos conceptos se transforman en productos que a su vez transforman el mundo”. Por eso, cada año se analizan en su factoría cientos de ideas, hipótesis y diseños, pero solo unos pocos, los más innovadores, salen de la fábrica bajo el sello de Edra.
Y es ahí donde Mazzei recuerda, no sin cierta nostalgia, a maestros como Eero Saarinen o Mies van der Rohe, “que realizaban un trabajo sincero, inteligente, personal, sin importarles las tendencias. Los grandes creadores no salen de escuelas ni de estudios de mercado. Son figuras singulares cuyos conceptos se transforman en productos que a su vez transforman el mundo”. Por eso, cada año se analizan en su factoría cientos de ideas, hipótesis y diseños, pero solo unos pocos, los más innovadores, salen de la fábrica bajo el sello de Edra.
«Los grandes creadores no salen de escuelas ni de estudios de mercado. Son figuras singulares cuyos conceptos se transforman en productos que a su vez transforman el mundo”
Valerio Mazzei
Talentos emergentes y sentido de la permanencia
Lo extraño es que Mazzei quiere librarse de esa etiqueta de innovador y revolucionario. Y si es un mérito que comparte con su hermana Mónica y con Massimo Morozzi, lo considera, en todo caso, el resultado de una mirada visionaria. Ese ojo avizor que le hizo apostar por una joven Zaha Hadid, cuando nadie la conocía, y por unos talentosos brasileños –los hermanos Campana- que concebían piezas a partir de materiales ensamblados, y que hoy son de los más prolíficos de su catálogo. “Si miras nuestro portfolio podrás ver que más que la novedad, valoramos la curiosidad, la inteligencia, el interés que puede despertar un proyecto. En el caso de los Campana vimos algo de ellos que nos gustó mucho y empezamos a buscarlos. ¡Tardamos varios meses en encontrarlos! Y fue una foto pequeñita lo que generó la relación.
“Si miras nuestro portfolio podrás ver que más que la novedad, valoramos la curiosidad, la inteligencia, el interés que puede despertar un proyecto»
Valerio Mazzei
En el caso de Zaha Hadid fue idéntico. Ella no había producido arquitectura todavía, no había hecho nada. Vimos algunas fotos, dibujos, ideas y todo era interesante. Fuimos a conocerla a Londres cuando vivía en un piso más pequeño que este cuarto y hoy me hace mucha ilusión que tenga un estudio con cientos de personas”. Esa misma lucidez los llevó a trabajar con Francesco Binfaré, hoy diseñador estrella de la casa, y a colaborar con figuras como el israelí Ezri Tarazi, creador de la mesa Baghdad o con Masanori Umeda, padre de la sugerente Getsuen, la silla “flor”.
Es posible que esta sea la fórmula mágica del éxito de Edra. Por un lado, la búsqueda de talentos emergentes, y por el otro, el fomento de la tecnología y la investigación sobre los materiales. “Y por supuesto, añade Valerio, que en 100 ó 200 años nuestros objetos sean recibidos como una herencia sin estar sujetos a modas”. Es decir, que duren siglos en un mundo donde usar y tirar es moneda de cambio. Una actitud que a día de hoy resulta casi subversiva.
“Nunca entendí la especulación de la moda ni me gustan los proyectos que se convierten en tendencia. Por el contrario, aprecio las cosas que se tardan en hacer y que se utilizan durante mucho tiempo y que permanecen para siempre”
Vaerio Mazzei
“Nunca entendí la especulación de la moda ni me gustan los proyectos que se convierten en tendencia. Por el contrario, aprecio las cosas que se tardan en hacer y que se utilizan durante mucho tiempo y que permanecen para siempre”. En esta línea, Mazzei no quiere ni oír hablar de materiales reciclables. “La mejor forma de reciclar y respetar el medio ambiente es producir cosas que duren, que no tiremos jamás”.
El diseño como forma de evolución
Queda claro que este italiano de Toscana valora a los diseñadores que creen en su profesión, porque el diseño, continúa, “es algo extremadamente importante que nos acompaña la mayor parte de nuestra vida, estemos en casa, en la oficina, en el restaurante… Ese aspecto cualitativo, tan fundamental, encierra detrás todo un proceso para ser bello y útil. Esto quiere decir que no importa quién sea el creador, el diseño mejora la percepción de las cosas y la consideración que se tiene hacia ellas”.
Por eso Mazzei presume de que los proyectos en Edra son evaluados por lo que son y no por quién los firma. Y deplora “la mala costumbre” de jugar especulativamente con nombres mediáticos para dar fama a un producto. “Es un camino que nunca hemos perseguido”. Porque lo que atrae a su equipo es sobre todo la propia historia del proyecto: “la idea subyacente y profunda que encierra, y que es la que nos conduce hacia todo lo que vendrá después, incluida la investigación del material”. Y todo esto lo hacen con obstinación, voluntad y riesgo. Tal vez esa búsqueda minuciosa hasta en el último detalle es la que los lleva a imaginar, con atrevimiento y ensoñación, cómo sería tumbarse sobre una nube. Porque en Edra se atreven a construir una nube y, conjurando su evanescencia, hacernos creer que no lo es.
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