El cine empezó a impregnar muy tempranamente los intereses de los arquitectos. Como señala el historiador Andres Janser, “cuando el celuloide entró en el mundo de la arquitectura, fue reconocido como un elemento útil para una gran variedad de categorías de intención”. El campo del documental constituye desde esos inicios, y hasta hoy, un territorio clave desde donde pensar esta disciplina.
En 1914, apenas 19 años después del rodaje de la primera película de los Hermanos Lumière, Bruno Taut resaltaba la capacidad de la cinematografía para “esencialmente sustituir el recorrido en torno y a través del edificio”. Un año antes de que Taut reivindicara el potencial de la imagen en movimiento para el análisis de la arquitectura, en la Feria Internacional de la Construcción de Leipzig se habían proyectado toda una serie de filmes sobre nuevos métodos constructivos, y en 1915 en Estados Unidos se lanzó una campaña cinematográfica con el propósito de difundir el Plan de Chicago.
En la década de 1920 muchos arquitectos reafirmaron la proclama de Taut, y figuras como Le Corbusier, Walter Gropius o Hans Richter se implicaron en la realización de cintas propagandísticas de la nueva visión moderna. Contemporánea a ellos es la exaltada convicción de Luis Buñuel, que aseguraba que el cine se convertiría en el medio que concretaría fidedignamente los sueños más osados de la arquitectura. También Virginia Woolf, tras asistir a una proyección de El gabinete del Doctor Caligari en 1926, escribió un rendido elogio, en el que destacaba cómo las películas podían retratar con concisión no solo las formas de lo imaginario y lo onírico, sino también la vida en la urbe moderna.
Tal vez puede resultar desconcertantemente paradójico que Herman Sörgel —arquitecto que concibió la apabullante idea de crear un continente— fuese la voz que manifestase con claridad que la experiencia cinematográfica de la arquitectura no podía ser equiparada en modo alguno a la física. La imagen fílmica no traduce literalmente las cualidades materiales de la realidad y, además, invierte radicalmente la vivencia arquitectónica: el espectador se mantiene estático mientras el espacio y lo construido se desenvuelven ante sus ojos; sin embargo, en la arquitectura es el individuo el que se mueve por el espacio mientras este y lo construido permanecen fijos. En otras palabras, la narración y la vivencia fenomenológica de la arquitectura que proporcionan ambas experiencias son absolutamente distintas.
Una constatación que no es problemática, sino todo lo contrario: comprenderla permite asumir la subjetividad siempre inherente a la captación y elaboración de cualquier imagen, por más objetivo que sea el esfuerzo. Se busca que el pensamiento vea más allá de la materia del edificio y también, en muchas ocasiones, del arquitecto.
Plataformas digitales
El documental es hoy una herramienta para entender, analizar y reflexionar sobre la arquitectura. Una sociedad totalmente inmersa en la cultura visual brinda la posibilidad de una aproximación inmediata al proyecto y a las ideas de los arquitectos, tanto entre la profesión como para el público general. Esto se confirma en el creciente interés de las plataformas de streaming por generar contenidos relacionados con el diseño, la arquitectura y el urbanismo, del que es ejemplo la aparición de Shelter, dedicada exclusivamente a la producción audiovisual vinculada con estas disciplinas.
La primera temporada de su serie Architecture on the Edge, realizada por Katerina Kliwadenko y Mario Novas (periodista y arquitecto), consta de seis sobresalientes cortometrajes que exploran construcciones diseminadas por la geografía de Chile y que, en ocasiones, ponen el foco sobre interesantes rarezas por descubrir, en las que el protagonista también lo es el paisaje que las circunda: desde una cabaña en el bosque hasta la casa Ochoquebradas de Ryue Nishizawa. En paralelo, y desde el punto de vista de la creación más independiente, la posibilidad de autogestión de contenidos en plataformas abiertas como YouTube facilita una relación aún más directa entre autor y espectador.
Entre la hagiografía y el mito
En el panorama actual pueden distinguirse varias categorías. Posiblemente, la que ha ganado más popularidad es la que podría denominarse “hagiográfica”, donde todo está orientado a exaltar la personalidad de un arquitecto. No solo se celebra su trayectoria profesional y los hitos que la jalonan, sino que se introduce al público en su faceta más personal e íntima. Esto se exacerba aún más en los casos en que el homenajeado es el propio comitente del filme. La obra, por lo general, queda en un segundo plano para situar el foco sobre el personaje.
Esta tendencia es una de las expresiones de la cultura del arquitecto-estrella. Uno de los exponentes más paradigmáticos de este género lo constituye How much does your building weigh, Mr. Foster?, de Carlos Carcas y Norberto López Amado, cuya misión principal es enaltecer como mito al británico Norman Foster. También la arquitectura termina siendo un secundario en REM, el documental sobre Rem Koolhaas dirigido por su hijo, Thomas. Otro buen ejemplo es BIG Time, de Kaspar Astrup Schröder, donde Bjarke Ingels también se erige en actor principal de una excepcional experiencia vital y creativa.
Diario de bitácora
Otra categoría, seguramente mucho más interesante, es la que sigue en tiempo real el proceso de diseño y construcción de un edificio. Una pieza clave es El socialista, el arquitecto y la Turning Torso, de Fredrik Gertten. Es sin duda la película que mejor afronta ese desafío y que deja el retrato más exacto e imprescindible sobre la realidad de la arquitectura icónica, registrando la acción sin interferir en su desarrollo. El valor de este tipo de obras radica en contraponer la retórica y la narrativa que envuelve muchos de estos proyectos con el día a día de su evolución y resultado, lo que ofrece una alternativa crítica a esa lectura hegemónica impuesta desde los medios.
Existe también la posibilidad de que el reportaje ilustre episodios de una propuesta a los que, de otro modo, no se tendría acceso. Es el caso de HLM Habitations Légèrement Modifiées, de Guillaume Meigneux, dedicado al proceso de rehabilitación de la torre Bois-le-Prêtre llevada a cabo por Lacaton & Vassal y Frédéric Druot. En esta misma línea se encuentra Akelarre. La construcción de un sueño, que sigue los avatares de la finalización del hotel-restaurante del chef Pedro Subijana, que quedó suspendido a causa de la crisis de 2008 y que ha sido dirigido por los mismos arquitectos, el estudio madrileño Mecanismo.
Aquí el filme es un cuaderno de bitácora que se mueve en paralelo al propio edificio, dando voz a los diferentes actores que intervienen en su creación: desde los proyectistas a los gremios, pasando por el propio Subijana que, de alguna manera, parece “cocinar” el tema con la sofisticación de uno de sus platos.
El documental como performance
Es necesario distinguir también otra categoría, a la que quizá le encaje la definición de documental-performance, que se realiza con una vocación crítica o, cuanto menos, cuestionadora. Es el caso de The Proposal, donde la artista Jill Magid, actuando como personaje principal, nos habla acerca de los derechos de propiedad intelectual tomando el legado de Luis Barragán como argumento. Ai WeiWei, por su parte, deja al desnudo las ambiciones vanidosas de un centenar de jóvenes arquitectos en Ordos 100, donde el espectador puede reflexionar sobre el sentido del edificio como pieza de arte cotizada en función de la fama de su creador.
El medio audiovisual sirve también como soporte a investigaciones experimentales como las que desarrolla Luis Úrculo en su serie Covers, en Ensayo sobre la ruina o en Veranos de la Villa. Úrculo también lo utiliza para narrar ideas, como en Place des Cercles, donde la protagonista es una propuesta de Mansilla y Tuñón. Otro de sus proyectos destacables es Dear New York, producido para la apertura de la flagship store de Zara en la Quinta Avenida, y en el que se recrea el espíritu de Manhattan mediante animaciones de objetos cotidianos.
El videoarte es otro formato con el que especular y pensar sobre la arquitectura. Esto es lo que hace el artista Jorge Conde. A través de la imagen revisa la rehabilitación del patrimonio industrial reconvertido en centros de arte y cultura. Estas ruinas que (no) ves son una promesa es un ejemplo de su trabajo. La particularidad de esta muestra exhibida en Tabacalera (Madrid) entre octubre de 2020 y abril de 2021, es que los vídeos fueron proyectados en los lavabos destrozados del recinto, usando paredes y lavamanos como pantallas.
Ila Bêka y Louise Lemoine
Pero para hablar de filmes de arquitectura hoy se hace imprescindible reseñar a Ila Bêka y Louise Lemoine, sin duda los más prolíficos realizadores en este campo. Debutaron con el brillante Koolhaas Houselife, un ejercicio rodado con la que se ha mantenido como su voluntad constante: hablar de arquitectura y ciudades desde la perspectiva de los habitantes y las personas relacionadas con el día a día de los edificios. Sus películas plantean formas alternativas de exhibición y surgen de una bien manejada capacidad de improvisación, que los lleva a captar la realidad desde inesperados matices.
Lo vemos en la serie Homo Urbanus, en piezas como Barbicania, Moriyama-San o en la más reciente Tokyo Ride: una sorprendente road movie urbana protagonizada por Ryue Nishizawa (Sanaa) y su Alfa Romeo Giulia, donde rompen sus reglas y se centran en el propio Nishizawa, para acabar trazando un destacable retrato del individuo como arquitecto y del arquitecto como individuo.
Bêka y Lemoine son quienes alertan sobre la falta de riesgo que tiende a dominar el ámbito de la creación documental, aun entendida como herramienta de promoción. Kliwadenko y Novas observan también la tendencia a incorporar elementos narrativos dramáticos que pueden distraer del verdadero objetivo, que debe ser abordar la arquitectura. Son aspectos que ponen en peligro la integridad de este formato que, hay que insistir, ofrece un inmenso potencial para el conocimiento y el pensamiento crítico de esta disciplina.