Desde hace varias décadas, el binomio diseño y artesanía se renueva constantemente, y en ese camino conjunto no dejan de fusionarse. Materiales, técnicas, saberes ancestrales… Pero ¿hacia dónde se dirige esta nueva hibridación? ¿De qué modo la tecnología digital está creando nuevos modelos de creatividad y producción? ¿Cómo es el artesano del siglo XXI? Creadores como Todomuta o Lucas Muñoz responden con sus piezas a esas preguntas.
El lenguaje del diseño y la artesanía contemporánea
Superando tópicos y folclorismo, asistimos al desarrollo de una nueva artesanía que ha logrado posicionarse por su capacidad expresiva y por absorber del diseño el rigor en la fabricación. Esta relación, que va más allá de tendencias y modas, está generando lenguajes totalmente contemporáneos y de vanguardia. Pero lo más interesante de estas intersecciones en producto, mobiliario, moda o joyería, es el potencial de las nuevas estrategias para encauzar las habilidades manuales y combinarlas con la tecnología para reinterpretar usos y materiales tradicionales.
Esto marca un camino inédito y decisivo que tiene como reto promover un mayor impacto económico, reorientar la industria hacia otros valores y fomentar la proyección global de la producción. Para Juan Carlos Santos, analista de tendencias, “no se trata de producir con las manos, sino de cómo explorar diferentes imaginarios abre oportunidades para que editoras, empresas y diseñadores embarcados en la autoproducción empiecen a buscar alternativas. La artesanía está resurgiendo porque busca respuestas a la crisis del imaginario en el que se sustenta nuestro modelo social”.
Santos señala una diversidad que apunta en varias direcciones. Por un lado, una vía que se apoya en la defensa más idealizada del trabajo hecho a mano, “como una forma de expresar la vuelta a una humanización y a una obra emocional”, en sintonía con el pensamiento Arts and Craftsde William Morris. Y, por otro, una línea que explora identidades y características plásticas desconocidas hasta ahora. “Y ahí es donde realmente se ubica la artesanía contemporánea”, nos explica. Una artesanía que requiere una fuerte creatividad emocional y una estructura de producción muy flexible que mira al pasado no para reproducirlo, sino para reinterpretarlo con una visión de futuro.
Para la periodista Tachy Mora, lo más importante que ha pasado en estos años —y lo que quizás va a perdurar más de esa confluencia entre artesanía y diseño— es que “muchas de las producciones industrializadas son ahora un poco más artesanales. La artesanía ha recibido un impulso importante por las cualidades culturales que encierra, por un cambio en los esquemas de consumo y por un aumento en la calidad de su elaboración”. En resumen, que una parte del desarrollo sea manual, mejora los diseños.
Nuevos perfiles creativos en el diseño
En esa ida y vuelta se erige la figura del diseñador artesano, que ejerce la parte más pura, pero que se permite innovar y que, a tenor de Mora, “va tendiendo, en muchos casos, a convertirse en un creador cuyas piezas se orientan a venderse en el circuito del arte y del coleccionismo”. Son creaciones únicas, series muy pequeñas en las que prima lo singular y cuyo corpus da pie a una obra muy personal. Es el caso de Lucas Muñoz. “Casi siempre hago las cosas a mano. Si hay que escalar y hacer muchas piezas o se trata de una técnica que no controlo, trabajo con artesanos”, afirma.
En ese sentido, Santos acota que hay un espacio en el que conviven el artesano creador y el diseñador que colabora con un artesano y aplica conceptos de su disciplina. Aquí se ubican los sevillanos Todomuta. “Más que diseñadores, somos artistas con conocimientos técnicos y trabajamos con especialistas en metalistería, piedra, madera o piel. Siempre en diálogo con ellos”. Y, finalmente, también está el design maker, al servicio de una función en la que se fusionan productos exclusivos con colecciones reducidas.
En España, destacan las grandes compañías artesanales tradicionales, como la Real Fábrica de Cristales, La Cartuja o Sargadelos, que han abierto una línea de manufactura contemporánea con diseñadores y tecnologías más dinámicas. En este contexto, señala Santos, “se trata de emplear una estrategia de organización empresarial”. Las firmas que apuestan por diseño y artesanía “no compiten por precio, ni por calidad, ni por estandarización, sino por la construcción de una nueva identidad y un estilo de vida”.
Artesanía y lujo: el contenido intangible
El mundo del lujo ha sabido incorporar la artesanía como seña de diferenciación, aceptando el reto de combinar tecnología digital y destrezas manuales para obtener más flexibilidad y mayor control del resultado final. Frente al artesano individual o artista, también está el que forma parte de una cadena de producción y que se ocupa solo de la mano de obra. Hablamos de trabajadores con un conocimiento profundo y cuya misión consiste en conservar vivas las técnicas.
En España, la industria nacional e internacional del lujo ha podido recuperar cientos de talleres que han sido reconvertidos. En Ubrique, la marroquinería; en Alicante y Baleares, el calzado; muebles en Levante; empresas de cerámica, de juguetes o joyería en distintas regiones. Esa industria, que acude a los maestros como sello de hipercalidad, hace que la tradición sea la nueva modernidad que abanderan muchas empresas de moda y de mobiliario, a la que añaden principios de sostenibilidad.
Loewe, Hermès, Vuitton… han abierto un amplio abanico de posibilidades de experimentación que da lugar a piezas más longevas y atemporales, que propugnan el slow made y la conciencia de lo hecho a mano exhibido como exclusividad. “La artesanía vende imagen e identidad y es un laboratorio no solo a nivel tecnológico, sino a nivel simbólico. El nuevo lujo no juega con el tema del estatus ni con la ostentación. Juega más con la búsqueda de elementos emocionales”, concluye Santos.
El diálogo experimental entre materia y la forma
Mimbre y todo tipo de fibras vegetales, redes de pesca, piedra, arcilla, madera, metal, componentes reciclados… Podemos pensar que todos ellos son sensibles e inteligentes y que tienen memoria, que responden a una sabiduría acumulada y que, en su trasformación continua, abren senderos. El artesano actual participa así de nuevos paradigmas en igualdad de oportunidad con los diseñadores. “Hay nuevas visiones, nuevas perspectivas y mucho pensamiento”, señala Marisa Santamaría, docente e investigadora en tendencias. “Muchos de estos artesanos son movilizadores que amplifican, remueven y prescriben. La libertad que tienen para crear y usar materiales les permite ir por muchas sendas sin estar atados”.
“Algunos investigan materiales tradicionales para actualizarlos con otros métodos de elaboración. Y en el lado opuesto, se emplean nuevos materiales buscando opciones para la pieza única”, señala Tachy Mora. Nanotecnología, reciclado de desechos o biomateriales abren un campo inmenso de experimentación que renueva el discurso con apuestas 3D y que nos habla de futuro y vanguardia con una voz propia.
Fomentando el talento. Ferias y premios de artesanía
“Hay que cuidar muchísimo a los virtuosos y orientarlos sobre cómo innovar, cómo entender el mercado y cómo abrirse paso”, nos dice Marisa Santamaría. Según nos comenta, necesitamos esta elevación de la artesanía “para sacarla del mercadillo y del souvenir y potenciar la riqueza que aporta al diseño”. Con esta labor de difusión y rescate, han nacido iniciativas privadas que han impulsado el reconocimiento de quienes están trabajando silenciosamente con un nivel exquisito de rigor, creatividad y belleza. Homo Faber es una organización suiza sin ánimo de lucro que desde 2016 ha ido trazando un mapa europeo de los representantes más significativos en áreas como el papel, la moda, la relojería, la cerámica, el bordado o el vidrio. En esta línea, ferias internacionales como PAD han abierto un territorio para la visibilidad.
Desde España, el Loewe Foundation Craft Prize es un galardón anual que promueve la participación de artesanos con voluntad de innovación, y premia “objetos que encierren una fórmula y un lenguaje propio”. En el campo institucional, la labor de Galicia, Andalucía o Castilla La Mancha marca un ritmo lento, pero fructífero. Desde sus gobiernos acompañan a los creadores a través de diferentes ayudas y propuestas de formación, y estimulan el paso a la digitalización y a nuevos modelos de gestión y venta. Con el fin de generar un ecosistema del sector en nuestro país, hay que destacar el trabajo de SACo (Sociedad de Artesanía Contemporánea). Acciones como las exposiciones patrocinadas por Mazda o su presencia en ferias internacionales fomentan la colaboración entre sus miembros y fortalecen el músculo creativo de un sector en alza.
En otro plano se ubican las galerías y los eventos efímeros que han incorporado la artesanía y el design art y que buscan construir una red de coleccionistas y compradores. La galería barcelonesa Il·lacions nació como un espacio “donde confluyen disciplinas y se desafían cánones funcionales y estéticos”. En esta expansión conceptual de un diseño disruptivo y fronterizo, han surgido proyectos como Mayrit (Bienal de Arquitectura y Diseño), que cuentan en su programación con perfomances y exposiciones “para especular con nuevas ecologías materiales”. Sin olvidar que a veces son los propios diseñadores los que organizan exhibiciones temporales de sus propios trabajos o de colegas, en incursiones a veces distópicas y a veces comerciales. Son los casos de Claudia Paredes, Lucas Muñoz o Álvaro Catalán de Ocón.
Sin duda, hacer de la artesanía una disciplina cultural y económicamente sostenible es una asignatura pendiente a nivel nacional. Pero cada paso dado contribuye a un nuevo modo de interpretar los oficios y de apostar por una mirada más acorde con el espíritu del siglo XXI.
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