Charlotte Perriand es una figura clave del diseño y la arquitectura del siglo XX. Su obra va en paralelo a su vida: nos cuenta sus experiencias, intuimos sus viajes y el sentir de una época, presentimos el poso de su círculo más cercano… Una obrera brillante del diseño que con su trabajo nos empujó hacia el progreso con todas sus fuerzas. A veces, ciertas figuras consiguen movernos de golpe a un futuro tan distante e insospechado que dan ganas de hacer confetti con el calendario para celebrarlo. Ella fue de esas.
Alma inquieta y difícil de satisfacer, Perriand termina decepcionada sus estudios de mobiliario en el prestigioso L’Ecole Centrale de Arts décoratifs. Su enfoque hacia unas artes decorativas en las que el mueble era un objeto artístico aislado no terminaba de convencerla. Nos imaginamos a una Charlotte jovencísima paseando por el París de los años 20, absorbiendo el mundo que le rodeaba. Fascinada ante la promesa de lo que este siglo traería. Todo eso está en su obra de esta etapa: inspirada por las máquinas, los coches, las piezas y los engranajes de las bicicletas, incluso el clima político de la época quedó reflejado en su trabajo… Todo esto transformaba su espíritu moderno sin poder contenerse. ¿Qué señorita respetable de la época hubiera diseñado y montado un bar en su propia casa? Como se suele decir, el que arriesga gana, y Le Corbusier quedó fascinado ante semejante despliegue de vidrio y cromado: le ofreció un trabajo en su estudio, a pesar de haberle dado con la puerta en las narices a al grito de “aquí no bordamos cojines” cuando Perriand fue a pedirle un par de años antes. Después de las disculpas correspondientes, la asociación entre Perriand y Le Corbusier duró diez años en los que nos dieron muchas alegrías.
Perriand concebía los interiores de los edificios de la misma manera que un arquitecto proyecta una construcción. Un conjunto que fluye para crear una estancia unificada. Los muebles ahora forman parte de una intención y de un todo, han perdido su carácter independiente y decorativo y han pasado a estar al servicio de la practicidad y el confort. Retomando una preocupación que ya plantearon los creadores del Arts and Crafs, casi sin darnos cuenta estamos hablando del primer planteamiento formal de lo que hoy conocemos como diseño de interiores. Perriand aportó un toque humano a las estancias de su nuevo socio, defendiendo que el buen diseño y la buena arquitectura transforman la vida de las personas y consecuentemente contribuyen a formar un mundo mejor. De esta etapa nos quedamos con dos de sus piezas más conocidas, su Chaise Launge LC4 y el sofá Grand Confort. Ambas basadas en profundos estudios de antropometría.
Los dos viajes a Japón que hizo a la largo de su vida tuvieron un impacto maravilloso en su obra. Sus formas se estilizan todavía más, la ejecución se perfecciona y sus interiores aparecen más serenos y minimalistas. Tras un exilio de varios años es Vietnam durante la Segunda Guerra Mundial, Charlotte (hemos tardado 3 párrafos en tomarnos esta confianza) regresa casada a París y abre su propio atelier. Los años en Asia han sido para investigar, estudiar, documentarse. Siente que con la prosperidad de la posguerra y el desarrollo de la sociedad de consumo es el momento perfecto de “entrar en acción”. Colabora de nuevo con “Corbu”, como la oímos referirse cariñosamente a su antiguo socio, en el proyecto común Unidad Habitacional: 347 apartamentos en los que Perriand sienta las bases de la distribución de la vivienda familiar que conocemos en la actualidad con tres elementos básicos: amplitud, intimidad y grades dosis de luz natural. Separa las estancias infantiles de las de los adultos e integra la cocina en el salón incluyendo a las amas de casa en la vida social del hogar, y haciendo más leve su confinamiento a la cocina. Sus cocinas son compactas, funcionales y sorprendentemente bonitas.
Su militancia política estaba en estos pequeños detalles: en su afán por hacer un mobiliario funcional, bello y asequible, producido en masa para llegar a una población ávida de optimismo después de dos grandes guerras. Y así son sus muebles, optimistas, con cierto aire espontáneo que transmite alegría de vivir. Nos gustan especialmente la librería /panel separador Mexique de 1952, que permite colocar libros a ambos lados, y su mesa Forme libre de 1960, con trazos orgánicos y sin cabecera, de manera que nadie puede presidir la mesa, o lo que es lo mismo, sin una jerarquía entre comensales: ¡La revolución en el comedor!
Al final de su vida volvió a hacer proyectos por encargo y dejó de lado su preocupación por la producción asequible. Antes de su muerte en 1999, tres grandes retrospectivas en la misma década reconocían su trabajo y consolidaban su lugar en la historia del siglo XX. En 2015 Cassina reeditó parte de sus piezas dentro de la colección Il Maestri, en la que, por cierto, es la única mujer. En un entrevista con Hendel Teicher pocos mese antes de fallecer nos dejó estas palabras: ”(…) el diseño trata de responder a los gestos del ser humano. Pero hay un aspecto incluso más allá de esto, que tiene que ver con una especie de armonía con uno mismo, con el entorno. Este tipo de conciencia afecta a todo. Y es en ese momento cuando me llega la imaginación, de lo contrario, no tengo ninguna”.