El diseño de interiores se considera un lenguaje que permite traducir emociones en volúmenes, texturas y luces. Y durante la última década, pocos estudios han sabido interpretar esta premisa con la sensibilidad y el rigor con los que lo ha hecho Diego Gronda.
Diego Gronda: el narrador del lujo silencioso
La historia de Diego Gronda es la de un diseñador que ha entendido el espacio como un catalizador de emociones. Antes de fundar su propio estudio en 2014, acumuló años de experiencia en la dirección creativa de proyectos icónicos, particularmente en el ámbito hospitality, donde su paso por Rockwell Group Europe le permitió perfeccionar un enfoque narrativo en la disciplina. Es precisamente esa capacidad para contar historias a través de la arquitectura la que se ha convertido en el hilo conductor de su obra. Un elemento clave de exploración continua que le ha permitido hacer de los espacios comunes verdaderas atmósferas vivas.

10 años después de la creación de Gronda, en su porfolio se observan colaboraciones con algunas de las marcas hoteleras más prestigiosas del mundo. Y su aproximación a cada propuesta ha sido reinterpretando el popular concepto del lujo contemporáneo, apostando por la atemporalidad y la integración armoniosa en el paisaje. Lejos de la uniformidad del sector hotelero convencional, su trabajo tiene en cuenta el pasado de los lugares que interviene, para rescatar su esencia oculta y transformarlos en escenarios que transmitan mucho más de lo que se ve a simple vista. Y esto solo puede hacerlo aplicando —con mucha maestría— una meticulosa selección de materiales, colores y proporciones.

10 años de estudio Gronda
Durante esta década de actividad, Gronda ha sabido cultivar una identidad marcada por la calidad, la innovación y una sensibilidad que se superpone a las tendencias pasajeras. Lo vemos en una práctica variada que oscila por hoteles icónicos, ambientes comerciales y también otros de carácter residencial. De esa manera, ha erigido un legado sobre la base de la artesanía conceptual y el respeto por la identidad, elevando la categoría de bienestar en el diseño y consolidando la presencia de su estudio en el panorama creativo global.

Proyectos emblemáticos como el VP Plaza España, en pleno centro de Madrid, evidencian la capacidad del estudio para convertir la arquitectura hotelera en una labor que despierte emociones. En este enclave, arte, diseño y funcionalidad reproducen un espacio inmersivo que se aleja del estereotipo para abrazar la identidad urbana y castiza de la capital española. Por otro lado, en el terreno culinario, el restaurante Saddle —galardonado con una estrella Michelin— presenta el enfoque de refinamiento que Gronda pone en práctica para no eclipsar la gastronomía: materiales nobles, atmósferas contenidas y un estilo cosmopolita, que roza la apariencia art decó como referencia directa. Mientras que en el resort Ikos Andalusia, entre Estepona y Marbella, el estudio ha logrado armonizar el lujo y la serenidad con un proyecto donde el entorno natural y la hospitalidad mediterránea se entrelazan dentro de un complejo de 7 edificios. Una intervención que pone sobre la mesa la maestría práctica de Gronda por distintas corrientes de interiorismo actual.

Sin duda, llegar a una década de trayectoria siempre se concibe como un punto de inflexión para cualquier estudio. En el caso de Diego Gronda, queda claro que su filosofía seguirá la misma senda, esa que está plagada de emoción, memoria y nuevas maneras de habitar los espacios cotidianos. 10 años han bastado para que su estudio haya logrado dejar una huella imborrable en la arquitectura y en el interiorismo internacional; 10 años para enseñarnos que el verdadero lujo es aquel que consigue conmovernos desde el sutil silencio.
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