Nuestro presente desarrolla un diseño de acuerdo a lo establecido. ¿Pero cómo desean vivir las generaciones encargadas de implantar y experimentar la transformación que estamos creando para ellas? En este caso, la generación Z y aquellas que le sucederán. ¿Somos conscientes de para quién estamos diseñando?
Una receta sobre el diseño próximo
Hay dos realidades objetivas en las que seguramente estamos de acuerdo. La primera es que el presente nos trae la oportunidad de transformar el mundo en que vivimos; la segunda, que la contribución positiva del diseño puede sumar a la ecuación. En este momento, contamos con las condiciones precisas para conjugar escenarios futuros prometedores. La receta posee los siguientes ingredientes: una crisis planetaria que nos hace conscientes de nuestra vulnerabilidad como especie, un cambio climático que está modificando las reglas de habitabilidad y una escalada de avances tecnológicos que nos cuesta procesar.
Deteniéndonos por unos instantes en el último elemento —la tecnología—, a priori se trata de un vocablo sencillo que no impresiona demasiado y al que sacamos partido a diario. Sin embargo, su definición se dilata cada día y aprehender lo que significa comienza a provocar preocupación e incertidumbre en las altas esferas de poder y decisión. Con ello nos referimos a la ola bicéfala que nos viene (The Coming Wave, M. Suleyman, 2023) y que puede salvarnos y engullirnos con la misma fuerza y determinación: la inteligencia artificial y la ingeniería biológica, que se suman a una conectividad global completa.
En otras latitudes —igualmente comunes y manifiestas—, nos esforzamos por impulsar un diseño regenerativo y circular amparado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en entornos de pensamiento colectivo, como la New European Bauhaus. Independientemente del foro, la reflexión se agradece y la normativa obliga. Afortunadamente no cabe la vuelta atrás. No obstante, parece posible adivinar una disparidad de vías hacia delante; es por ello que dicha receta se torna compleja y su camino neblinoso. Es tan grande y brillante la oportunidad y tanta la experiencia del diseñador actual y su deseo de protagonizarla que, por primera vez, puede faltar visión. El futuro se vislumbra geométricamente circular y el diseño es el vehículo con mayor potencial para liderar el sentido de una transformación inevitable. Hasta aquí, el check es sencillo. ¿Y a partir de este punto?
Gen Z: El futuro es hoy
Nuestro tiempo desarrolla un diseño de acuerdo a lo establecido. Feria tras feria, lanzamiento tras lanzamiento, la innovación y la estrategia responden a los cánones de la sociedad y las nuevas herramientas dan lugar a nuevos servicios; pero el decálogo del sistema mantiene intactos los cimientos y las apuestas. ¿Cómo desean vivir las generaciones encargadas de implantar y experimentar la transformación que estamos creando para ellas? En este caso, la generación Z y aquellas que le sucederán. ¿Somos conscientes de para quién estamos diseñando? Me atrevo a decir que no.
La generación Z piensa, reacciona, aprende, diseña, valora, percibe, aprecia y opera de forma diferente. La generación Z entiende, consume, utiliza y aprovecha la tecnología de forma abierta. Podría tratarse de un poema en verso libre, pero no lo es. Es el resultado tras momentos de observación, convivencia e interpretación de la experiencia en el contexto académico de la educación en diseño tras la pandemia, cuando las primeras promociones de centennials llegan al aula; y, con ellas, las preguntas también.
¿Qué ocurre cuando alguien es capaz de tomar como referencia, con el mismo rango de importancia, la Poética de Aristóteles o la letra de una canción de Motomami de Rosalía? ¿Qué oportunidad representa que una persona necesite dos canales de atención para procesar ambas informaciones y que uno de ellos tenga que ser necesariamente digital? ¿Cuánto más rápido puede iterar el proceso de diseño cuando se atomiza en actividades sucesivas y autoconclusivas de corta duración? ¿Qué esquema de ciudad puede responder a una realidad de no-núcleo familiar? ¿A qué se aspira cuando no se aspira a nada? ¿Cómo puede afrontar la sociedad la soledad digital? ¿Y las marcas consagradas a no generar emociones en esta franja generacional?
Rediseñar la realidad
La falta de rigidez y preconcepciones culturales significa la oportunidad de diseñar sin limitaciones originales, de repensar los modelos de vida según una nueva estructura. La simbiosis con lo digital es el preámbulo de la convivencia con una tecnología integrada y aceptada como recurso natural. La evolución del proceso mental va a requerir una adaptación paulatina, pero insistente, del proceso de diseño para garantizar su valor de compromiso y visión prospectiva.
El rediseño de la ciudad ha de responder a nuevas realidades de manera abierta y positiva, reflexionando sobre la transformación de la movilidad humana y no humana, los flujos de consumo, el carácter del entretenimiento y el desarrollo de actividades productivas. El equilibrio entre un espacio privado en declive dimensional y la oportunidad de profundizar en el entorno público, colectivo y participativo.
Los centennials han asumido las consecuencias del cambio climático antes de vivirlas y las han adoptado como parte de su futuro. El resultado es una generación que quiere aprovechar su presente con la mayor intensidad de disfrute. El no aspirar a nada se convierte en tratar de aprehender el todo vivencial. Un deseo que desarrolla con prudencia, sin derrochar ni pervertir por encima de unas posibilidades que simplemente consume y prioriza frente a planes de futuro.
Y sus cualidades de nativos digitales generan un aprovechamiento absoluto de la conectividad, abriéndose al mundo —por recóndito que sea— con una apertura que tiene una doble dirección de exposición. Esta búsqueda reiterada de su identidad digital muta a la velocidad de los estímulos que reciben. Y esta necesidad imperiosa es la siembra constante del enemigo que acecha: la soledad. Aunque su propia forma de estar, en cambio, parece la gran posibilidad para nuestra sociedad. Las respuestas nos llevan a nuevas cuestiones, que se van desgranando si prestamos atención.
La aspiración del nuevo diseño
Es primordial que sumemos a la generación Z a las conversaciones del diseño. Sobre todo, porque su visión representa una gran ocasión para concebir una metamorfosis auténtica, que supere los prejuicios; también, para que el rediseño del mundo impulse el gran reto de vivir en un futuro deseable para la diversidad generacional. Ese futuro que vamos a comprometer con nuestras decisiones.
Hay una palabra que condensa con claridad esta perspectiva: deZign, con Z mayúscula. Un término que se incorpora a la conversación del diseño contemporáneo con definición propia: el deZign es aquel diseño que empatiza con el pensamiento de la generación Z. Aquel que conoce sus valores, sus capacidades, su lista de deseos y el reto de seguir habitando este planeta. Let’s deZign!