En Craywinkle Apartment, Cirera Studio ha convertido la limitación espacial de un apartamento barcelonés en una reforma donde el color se transforma en material, arquitectura y en el trazo continuo dominado por la textura.
La domesticidad reinterpretada por Cirera Studio
Para usar bien el color hay que conocer bien sus matices. Pero, sobre todo, hay que entenderlo como un material en sí mismo. Las paletas Polychromie Architecturale (1931 y 1959), desarrolladas por Le Corbusier junto a la firma Salubra, posicionaban el cromatismo como una herramienta arquitectónica tan estructural como un muro o una ventana. Por eso el suizo tenía claras sus ideas cuando afirmó en su manifiesto que “el color modifica el espacio, expresa volumen, sirve a la función y crea atmósfera”. A raíz de estas revelaciones, apostar por lo monocromático puede leerse como un alarde de sabiduría más que como un simple capricho de restricción.
Cristina Cirera —fundadora de Cirera Studio— parece haberse empapado bien de estos tratados. Ya lo demostraba en la tienda GN0 de Barcelona, donde la brutalidad matérica impregnaba cada parte del establecimiento. En aquel local comercial, la tonalidad de los muros transportaba al visitante a un contexto alienígena, jugando con la iluminación para que la textura y la desnudez del hormigón oscilaran hacia distintas percepciones. Pero en su reciente encargo en el barrio del Putxet de la Ciudad Condal, ha dejado a un lado el mundo retail para darle un giro a la estética convencional de lo doméstico. Craywinkle Apartment es, por así decirlo, un ensayo construido sobre la degradación tonal a través de la piedra, el estuco, el textil y la luz. Una pincelada que recorre la vivienda sin diluirse en ninguna esquina.
Una reforma para domesticar la línea
En esta reforma integral, Cirera partía de una desventaja: una planta longitudinal que podía acotar demasiado el radio de acción. Sin embargo, gracias a la proyección de un escenario cálido y una circulación fluida ha logrado optimizar la dimensión estrecha y alargada del apartamento. La estrategia se articula a través de un único eje que conecta la entrada con el salón, la cocina, el baño y los dos dormitorios principales. Una casa-pasillo modulada como una columna vertebral donde cada estancia ocupa su vértebra.
Para evitar obstáculos, algunos muebles se han integrado en los muros; y para aprovechar al máximo el recorrido, los armarios empotrados —en tonos ocres y azulados— facilitan el almacenamiento sin fragmentar la armonía en las zonas intersticiales. La resolución de Cirera en este encargo ha sido clara: crear arquitectura dentro de la arquitectura. Para ello, se vale de un banco de travertino rojo Alicante que atraviesa el living-cocina ofreciendo distintos usos: asiento, soporte e incluso escultura, reproduciéndose también como encimera y estantería escalonada.
Este paisaje invadido por la tierra se completa con una elección acertada: un pavimento de mármol blanco veteado que enfría la gama y contrasta con el estuco de cal terracota, aplicado a mano en paredes y techos para generar una textura continua. Pero Cirera siempre guarda un desvío intencionado: la calidez terrenal se interrumpe en el baño central con un giro azul. Allí, la piedra tropical envuelve un volumen autónomo que se manifiesta como un cubículo mineral. Una disonancia cromática que permite que el resto de Craywinckle Apartment respire bajo las vigas originales que cruzan toda su estructura.
En este enlace puedes leer sobre otro proyecto de Cirera Studio.
