Place Viger, un gran hotel de finales del XIX y a la vez una estación de tren, se ha convertido en la nueva sede de la compañía Lightspeed. Para desarrollar todo el concepto interiorista, la empresa contó con el equipo de ACDF Architecture, a los que impuso un único condicionante: que la herencia histórica no se perdiera entre los trazos de un diseño moderno. Dejar constancia de que son una empresa de software, pero sin olvidar el entorno original del edificio.
Superficies blancas, transparencias, colores llamativos y potentes gráficos crean una fina capa que delimita lo viejo y lo nuevo. Las paredes son de ladrillo, pero el lenguaje que allí se habla pasa por satélites internacionales e inversiones millonarias. Los más de 2.600 m² de espacio alternan luces y sombras de una arquitectura antigua con juegos ópticos donde el ángulo lo define todo. Una cuestión de puntos de vista,como en casi todo.
Por el camino nos encontramos áreas de trabajo, zonas de juego, restaurante o salas de reuniones con formas de minicasas coloreadas: un guiño a la vieja sede, que se encontraba en un barrio residencial, y una invitación a sentirse como en casa, a pesar de las largas jornadas de trabajo.
Con grandes objetivos como convertirse en la primera empresa tecnológica de Montreal, Lightspeed no podía dejar al azar la creación de la que se ha convertido en su oficina central. Las mentes que ya intervinieron el Museo de Bellas Artes o La Casa de Marruecos, ambos en Montreal, han recurrido al ladrillo visto, las dobles alturas y los grafismos extremos para restaurar el que en su día fue un punto de referencia local. El discurso interiorista Google ataca de nuevo.