Cromos del mundo, la discografía de Pink Floyd, el mejor curso de inglés o cómo construir tu propio cohete. Los coleccionables nos acompañaron en nuestra vida: ir al quiosco a comprar una pequeña porción de algo que formaría un todo y esperar mes tras mes a que esa semilla floreciera. Hablamos de una época en la que los niños mantenían su cita con esas publicaciones, cuando la información había que salir a buscarla. Pasaron los años y, de esos coleccionistas, unos pasaron a la prensa deportiva, otros se cambiaron al tabaco, y las visitas al quiosco cesaron. Algunos, sin embargo, ampliaron su radio de acción, y esa independencia que otorga la edad les abrió el mundo a otras cosas que también pueden coleccionarse sin más finalidad que el atesoramiento.
Desde hace varios años tenemos una cita con Collectible Design Fair, una de las ferias más cool en el ámbito del diseño de galería. Ese que da mucha rabia a los diseñadores industriales —a los que hace sentir ingenieros sin serlo—. Y ese que hace que los artistas piensen que tienen vecinos nuevos en su bloque y lío va, lío viene. Pero el caso es que estos art designers se están haciendo un hueco. Entre el 5 y el 8 de marzo se fueron a Bruselas, no al Parlamento, sino a escapar de Instagram y hacerse físicos. Algunos pasan con nota el examen.
Hablamos de la Sausage Chair de Müsing, un dúo que esconde a un español, Álvaro Gómez-Sellés junto a Marisa Müsing. Ellos se encargan de explorar el aspecto renderizado de objetos reales, algo que funciona como pieza ambigua sin personalidad definida y que invita a ser tocada y a descubrir la razón de su existencia. Más que muebles, son elementos que configuran el espacio para actividades domésticas. Las fuentes de Arthur Hoffner parecen salir de un muestrario: con esa naturalidad artificial que tienen los mood boards y con esa apariencia libre, como si se hubieran generado esporádicamente de porcelana de Sèvres, mármol y latón. Sin duda, son un gran placer, además de una gran inspiración para cualquier vejiga perezosa.
Y es aquí —en los discursos— donde vemos que esta corriente está más necesitada de la influencia del arte. Porque ser un artista nacido en Chicago pero residente en Eindhoven, suena realmente prometedor. Carlo Lorenzetti plantea una reflexión sobre las mesillas de noche y sus hábitos. Bedside 2 es una mesita sin forma definida donde la iluminación juega un papel destacado. Un intento de reformular la utilidad, tras la que hay básicamente trazas de diseño.
Esta estela lumínica se podría haber convertido en un gesto con apariencia de luz, en una descripción del movimiento mediante barras azules. Pero no, Untitled Blue es un ejemplo de que lo mismo, dicho de otro modo, sigue siendo casi lo mismo. Los fundadores de La Cube son Clara Hernández y Stefano Fusani, un art designer y una historiadora. Seguramente la sensación de “esto ya lo he visto” invade al visitante, y el mérito es solo de ellos dos. Puede ser que empiece a haber una memoria colectiva en esto, porque ya tenemos algunos referentes.
Nacho Carbonell es uno de ellos. Hablamos de uno de los personajes fundacionales de este género, un pionero del collectible con un amplio espectro de discípulos. Por ejemplo, Rodrigo Pinto, que regresa a su Chile natal tras trabajar con Carbonell para desarrollar, como el resto de los participantes en este evento, su propio estilo. Porque viendo Collectible Design Fair, es evidente que hay estilo y hay potencial. Potencial para hacer que este diseño coleccionable llegue a las galerías. Pero saber si la sociedad lo absorberá es algo que necesitará del tiempo como aliado y no como enemigo. Los likes no hacen ventas.
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