Chema Madoz y el Alma del Objeto

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Chema Madoz en la Galería Elvira González

Chema Madoz y el Alma del Objeto

Chema Madoz fue uno de los primeros artistas que recuerdo haber encontrado en las galerías de Madrid cuando, hace ya casi veinte años, desembarqué por segunda vez en la capital. Desde entonces, su trayectoria se ha ido consolidando y adquiriendo un carácter inconfundible. Madoz observa el mundo y encuentra visiones ocultas en los objetos que se cruzan con su mirada. Repasar su currículum es imaginar a un hombre que tiene la fortuna de vivir dos realidades: la que todos vemos y una que solo él es capaz de visualizar. Madrileño de nacimiento, algunos definen su estética como surrealista. Sin embargo, más que denotar mundos extraños, oníricos o excéntricos, su obra nos muestra una dimensión paralela que está ahí, al alcance de cualquiera. De quien sea capaz de descubrir que lo cotidiano siempre esconde otras lecturas y otras perspectivas.

Materia, tiempo y poesía

“Cuando fotografío un objeto, lo llevo a un territorio que no existe. Está más cercano a lo imaginario, lo transporto a lo intangible. Además, puedo jugar con el papel, reproduciéndolo en su tamaño real o sobredimensionándolo; y puedo manipular la iluminación, para dotar cada elemento de un aura muy particular”. Así nos explica los motivos por los que retrata sus piezas en lugar de exhibirlas directamente como esculturas. Hablamos de artilugios reales que él elabora, construye, prepara y recrea manualmente. No son invenciones digitales tratadas mediante métodos informáticos.

El universo de Madoz reitera algunos conceptos que a lo largo de su trayectoria ha representado de numerosas formas. La música, la literatura, y, sobre todo, el tiempo. Ya cuando lo descubrí, este último era un asunto capital. “El tiempo delimita y marca nuestra existencia. Con el paso de los años uno va tomando consciencia de una manera más clara. Recuerdo haber convertido un ataúd en una especie de reloj de pared. Ahí hablo de la relación tan directa entre tiempo y muerte, o tiempo y vida”.

Pero sea el tema que sea, siempre se apoya en un riguroso blanco y negro para descubrirnos sus poemarios visuales cargados de elementos inesperados con un fuerte factor lírico. De hecho, su trabajo es comparado con haikus: esos delicados textos japoneses, breves en extensión pero repletos de intensidad. “La poesía intenta comunicar emociones, conceptos y sensaciones con los mínimos componentes posibles y con la máxima fuerza. Si lo piensas, es prácticamente lo mismo que hace la fotografía. A lo mejor en mi caso es más evidente por esa economía de medios. Aunque personalmente nunca me he considerado un poeta”.

Metodología y azar

Mientras charlamos, vamos transitando distintos aspectos relacionados con su forma de trabajar. Antes de conseguir la obra definitiva, el primer paso de Chema es dibujar. Con los bocetos iniciales materializa sus ideas. Cuando la propuesta está definida en el papel, busca los objetos. “Y una vez que los tengo, empiezo la fase de elaboración y manipulación. Luego viene la última etapa: buscar las luces y disparar”.

Pero con una metodología tan precisa, ¿hay lugar para el azar? “En muchas ocasiones el propio proceso creativo te hace descubrir otras posibilidades que no habías considerado. El azar o algún pequeño accidente te permiten ver que una idea tal y como la habías concebido funciona solo en tu cabeza. Recuerdo una fotografía de un vaso donde un hilo parece jugar con la impresión de agua derramada. Esto surgió haciendo otra composición completamente distinta. Casualmente había un hilo sobre la mesa que cambió los planes originales”.

Publicidad en la era digital

Frente a otros fotógrafos, Madoz apenas se asoma al mundo de la publicidad. Una excepción es la colaboración que realiza desde hace años con la firma de moda Purificación García, donde cuenta con una completa libertad creativa. “La publicidad me interesa, pero es difícil encontrar un espacio donde me encuentre cómodo. Yo necesito unos tiempos que no coinciden con los de ese medio, donde todo es para ya”. Esta lentitud tiene mucho que ver con llevar a cabo un trabajo artesanal. De hecho, salvo en alguna ocasión, este madrileño no recurre nunca a la tecnología digital. Toda su labor está dentro del mismo proceso: construir la escultura y usar la cámara, el negativo, la copia y la ampliadora. “La imagen reproduce lo que he captado”
Después de veinte años

Dos décadas después de descubrir a Chema Madoz, confirmo que su creatividad sigue en expansión. Su reciente exposición en la galería de Elvira González, cuyas imágenes ilustran este artículo, así lo acredita. “Hay momentos en los que te ves con algún tipo de bloqueo y te preguntas si serás capaz de hacer más cosas”. Pero siempre encuentra la inspiración necesaria.

Concluimos la entrevista, mientras hablamos de sus referentes (Man Ray, Duchamp, Duane Michals…) y comentamos los nuevos proyectos que tiene entre manos. Como la muestra que ha inaugurado en Salzburgo (Austria). O como la gran retrospectiva que está preparando en la sala Alcalá 31 de Madrid y que se abrirá al público a partir del 12 de mayo. Una oportunidad perfecta para seguir adentrándonos en su mundo poético de silencios. En sus trabajos siempre sin título para que ninguna interpretación condicione al espectador. En ese espacio misterioso donde todo es posible: una sonrisa, una sorpresa, una reflexión. En ese espacio inesperado donde los objetos tienen alma.

Chema Madoz y el Alma del Objeto

Chema Madoz y el Alma del Objeto

Chema Madoz y el Alma del Objeto

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Chema Madoz y el Alma del Objeto

Chema Madoz y el Alma del Objeto

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