Entre los pinos nevados de los Montes Laurentinos, el Chalet Papillon se despliega como una cabaña delicada y sólida, preparada para convertirse en casa y torre por igual. Así es como Robitaille Curtis ha erigido un refugio que respira con la montaña.
Las alas de un refugio de montaña
Proyectar una mariposa cuya sombra se posa sobre la nieve: ese fue el impulso original que tomó el estudio RobitailleCurtis para dar forma a Chalet Papillon. Con sus planos inclinados, componentes prefabricados y paneles de aluminio inoxidable, esta cabaña parece haber surgido del bosque igual que un insecto. Además, su geometría fragmentada dibuja una especie de vuelo: dos alas descendentemente asimétricas abrazan el valle, amplían el horizonte y, sobre todo, contienen el silencio.

Su armazón discurre entre lo racional y lo sensible —con tableros CLT, vigas trianguladas, paneles aislantes…—, pero cada elemento trabaja de manera conjunta para modular la luz, contener el calor y cimentar el volumen en la pendiente. Como un cristal oscuro que no refleja al visitante, la fachada externa combina protección y misterio; mientras que el tejado recoge la nieve para que actúe como capa aislante natural y los ventanales previenen el deslumbramiento polar.

Todo está pensado para ser eficiente, ya que RobitailleCurtis lleva años explorando la arquitectura desde un enfoque paisajístico. Intervenciones como el patio del École Saint-Léon-de-Westmount o en jardines privados como Ridgeline Landscape atestiguan su importancia en la construcción de parajes tanto en la urbanidad como en la naturaleza. Pero es en Chalet Papillon donde esa idea alcanza una profundidad inesperada, ya que se vuelve parte de la lógica de un entorno completamente salvaje.


Arquitectura sostenible para combatir el tiempo glaciar
La vivienda parte de una estructura de madera contralaminada (CLT) que le otorga resistencia y ligereza al mismo tiempo. Esta elección no es anecdótica: se trata de un material que garantiza un balance sostenible, ya que proviene de bosques gestionados responsablemente, y que reduce la huella de carbono frente a sistemas tradicionales. Además, el inmueble se apoya sobre cimentaciones mínimas que apenas alteran el terreno, preservando el sustrato natural de los Montes Laurentinos.

El exterior está revestido en bloques de aluminio anodizado, sólidos frente a las condiciones extremas de frío, viento y humedad. El acabado oscuro absorbe el calor solar —lo que potencia la eficiencia energética— y refleja tenuemente el medio boscoso, casi camuflándose entre troncos y sombras. Si desde fuera Chalet Papillon se percibe como una escultura hermética, el interior se despliega como una fisura. Al acceder, la sorpresa es inmediata: un ambiente cálido y luminoso donde el protagonismo recae en la madera de abedul canadiense. Paredes, techos y suelos aportan una continuidad envolvente. Por su parte, los grandes ventanales retranqueados enmarcan el paisaje como si fueran cuadros cambiantes.

El lugar central es la chimenea, rodeada por un banco corrido que convierte la estancia en punto de encuentro. La disposición evita la compartimentación rígida: cocina, comedor y sala conviven en una zona continua, para habitar la montaña como comunidad. El mobiliario, reducido a lo necesario, hace pensar en las cabañas finlandesas y refugios montañosos de aquellas latitudes. Asimismo, todo el conjunto ha sido proyectado para ser modular: puede desarmarse, transportarse, reensamblarse en otro enclave. Una arquitectura nómada que, como la mariposa que la inspira, no renuncia al movimiento.

RobitailleCurtis ha planteado un espacio cargado de símbolos, con unas alas arquitectónicas tan metafísicas como reales, pletóricas de materia, silenciosas como el bosque y una térmica eficiente. Un hogar que piensa y respira al ritmo lento de la nieve.

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