Insuflar de una segunda vida a arquitecturas existentes pone en valor un pensamiento sostenible. Una oda a la regla de las tres erres que Mold Architects ha desarrollado en esta antigua cafetería de los años 20 que ahora abraza una radical configuración doméstica en la isla de Serifos.
Serifos. El lienzo en blanco de Mold Architects
En un entorno de salitre, la isla de Serifos se alza con un pasado lleno de leyenda. Por un lado, mitológica: fue allí donde Perseo cortó la cabeza de Medusa y salvó a Andrómeda del dragón; pero, por otro, industrial, ya que en el siglo XIX se convirtió en un foco importante dedicado a la explotación minera del hierro. Y en este paraje árido, de casas encaladas y montañas por doquier, el estudio griego Mold Architects parece haber encontrado un emplazamiento idóneo para dar rienda suelta a sus propuestas. Lo vimos en 2021 cuando excavaron en una pendiente escarpada su famosa N Caved; y lo vemos ahora en 2023 con CBO, donde no se ha tenido que perforar ningún terreno para hallar algo nuevo, sino sacar brillo a lo que ya existía.
Arquitectura industrial para todos los usos
Usada previamente como cafetería, Mold Architects ha transformado toda la estructura interna de esta construcción pétrea de 1920 en una residencia de verano de dos plantas. Por fuera, la arquitectura vernácula mediterránea impregna la fachada con su tradicional color blanco y detalles azulados. Pero un simple vistazo al interior nos hace entender cómo los usos se vuelven mucho más interesantes. Aprovechando la altura de los techos y en un homenaje a la historia metalúrgica de la propia isla, una estructura de acero traza geométricamente el paisaje diáfano de la estancia principal, que actúa como sala de estar, comedor y cocina. Dicho andamiaje, a la maniera de Munari en su Abitacolo, resuelve en un esquema compositivo multifuncional toda una serie de utilidades: equipamiento de cocina, librería, instalación lumínica, escaleras y zona de relax y juego. Una retícula minimalista en la que recae todo el peso de la acción arquitectónica.
Además de dos áreas independientes reservadas a los dormitorios con sus respectivos baños, cabe hacer una mención especial al mezanine, creado como nexo de unión entre el nivel inferior y la azotea. Antiguamente empleado como un almacén —y ahora perteneciente al propio armazón—, en él se observa una plataforma levitante con una red: una oportunidad de interactuar con el espacio de otras maneras menos rígidas y más lúdicas, similares a las que ofrecía el radical grupo Hans-Rucker-Co en sus burbujas flotantes.
El contraste general se mantiene en toda la vivienda gracias al diálogo armónico entre la rejilla tridimensional y los azulejos autóctonos. Algo así como un enfrentamiento pacífico entre lo industrial y lo rudimentario; entre lo liviano y lo monolítico. Pero siempre en igualdad de condiciones. Y es que, con esta intervención, Mold Architects no solo preserva respetuosamente el planteamiento originario del edificio —igual que hacía en N Caved con el paisaje—, sino que celebra el empleo mínimo de materiales para establecer un lugar polivalente, abierto y lleno de vida. Un menos es más concebido desde el extremismo metálico.