¿Han dejado de ser las casas un lugar estable? Las dinámicas contemporáneas —el trabajo remoto, la movilidad constante, la inmediatez digital— han fragmentado el concepto de domus como refugio, para convertirse en un contenedor funcional polivalente. Con esta premisa, nicolas&nicolas han construido Casa Dominga en Puembo (Ecuador). Un hogar que se erige para volver a trazar una frontera que resguarde sin dejar de mirar hacia el exterior.
Casa Dominga: territorio y la artesanía de Ecuador
Casa Dominga se define por un elemento principal: una cinta blanca que envuelve el cuerpo arquitectónico, adaptándose a la vegetación preexistente, abrazando los volúmenes y creando un filtro que enmarca y matiza el espacio doméstico. Una cinta con la que nicolas&nicolas han unificado todo el volumen en un trazo continuo, que se deforma para respetar el arbolado que liga el interior con el exterior. Asimismo, el terreno donde se levanta la vivienda pertenece a un fragmento de memoria rural que el crecimiento urbano ha ido borrando. Y es que, hace apenas unas décadas, en ese enclave los muros de tapial y los hornos de ladrillo artesanal eran parte del paisaje cotidiano.

El estudio latinoamericano —con sede en Quito y Barcelona— ha recogido esa herencia manual para traerla a nuestro presente. De ahí que los bloques principales estén compuestos por ladrillos cocidos en hornos locales, tejas recicladas y hormigón visto, permitiendo que cada material mantenga el carácter propio de su textura y su procedencia. Una intervención con la que reconocen la huella del territorio como un acto de permanencia. La tarea de la franja blanca es aportar coherencia a todo el conjunto tectónico, posándose sobre esta base terrosa a modo de capa ligera, casi aérea, para contener lo que ya existe.


La metáfora del legado de nicolas&nicolas
La concepción de Casa Dominga no parte de un simple ejercicio arquitectónico, sino que refleja la historia de tres generaciones: en su creación participaron abuela, madre e hijos, y cada uno aportó algo intangible al proceso. Esa multiplicidad de voces se traduce en la propia estructura por medio del listón níveo —lazo físico y simbólico— que además de envolver la fachada, también conecta y entreteja el linaje familiar. Una banda que se convierte en un velo entre el mundo y la intimidad. Funciona como alero, como sombra y como frontera; pero, sobre todo, como un abrazo arquitectónico: el gesto que une a una familia con su espacio y a una casa con su entorno.


El armazón se organiza desde el contraste. La planta baja, de hormigón y ladrillo, se halla anclada a la tierra; mientras que el segundo nivel —ligero y metálico— está recubierto por materiales tradicionales. Y, de nuevo, el elemento mediador entre estos lenguajes es la franja. El recorrido continuo enmarca la transición y, bajo su sombra, los interiores se llenan de una luz filtrada que cambia con las horas, dibujando sobre los muros una coreografía de reflejos cálidos.


Los arquitectos de nicolas&nicolas han entendido el paso del tiempo como parte de toda la propuesta: las tejas recicladas se oscurecerán, los ladrillos exhibirán su desgaste y la tira blanca se matizará con la luz. En ese sentido, Casa Dominga se convierte en una casa que se construye tanto con materiales como con recuerdos. Un refugio capaz de anclarse en la memoria del lugar.

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