Starling Architecture y Emily Lindberg han unido sus visiones en una casa de verano en East Hamptons llena de minimalismo, donde la técnica japonesa del Shou Sugi Ban ha sido imprescindible para la madera que la reviste.
Shou Sugi Ban para revestir una casa de verano
Tener una vivienda en los Hamptons en la que perderse en verano es el sueño de cualquier neoyorquino.Pero si encima se sitúa en Amagansett (East Hampton) —con un ambiente más relajado y donde el metro cuadrado se cotiza algo más económico que en su vecino— la satisfacción de sus propietarios se multiplica bastante.
Los arquitectos de Starling Architecture han trabajado mano a mano con la interiorista Emily Lindberg en esta residencia de estilo minimalista. El dueño, un californiano que se quedó en la costa este por trabajo, encontró esta casa en una zona boscosa de Amagansett Dunes que parecía estar congelada en la década de los 60, a pocos minutos de la playa y del centro de la ciudad. La ubicación era maravillosa, pero los bajos techos de la segunda planta —donde había que caminar agachado— reducían las posibilidades de vivir cómodamente.
Ante esta situación, Starling Architecture decidió convertir aquella construcción en un hogar minimalista, revestido en madera tratada con Shou Sugi Ban: la técnica japonesa de ennegrecimiento que se logra quemándola. Un procedimiento ecológico capaz de hacer que este material noble sea resistente a los agentes atmosféricos como la humedad, el moho y los parásitos. Y mimetizando su estética final con el entorno natural.
Diseño comunitario en los Hamptons
En la nueva disposición, el inmueble se configuró con estancias de techos altos y en forma de U, alrededor de una piscina central sobre una terraza elevada. Un planteamiento doméstico pensado para la socialización, donde todas las áreas comunes de la planta baja están conectadas entre sí a través del patio con grandes ventanales de suelo a techo. «Todos estos espacios están vinculados física o visualmente a la terraza de la piscina, generando una sensación constante de conexión con el paisaje», afirman desde Starling Architecture.
El exterior oscuro del edificio contrasta con un interior de tonos cálidos, en el que la madera de abeto douglas se deja ver en la estructura vista y el roble blanco en los suelos y revestimientos. Desde fuera, todo lo de dentro se presenta como una unidad rota por pequeñas pinceladas coloristas que nos sacan de la monotonía. Esos toques de color en el mobiliario y, sobre todo, en los textiles y las obras de arte, son responsabilidad de la interiorista Emily Lindberg, quien ya había colaborado junto a Starling Architecture en otros proyectos. La paleta usada pretende relacionarse con todo lo que rodea al enclave: un bosque lleno de verdes y ocres dependiendo de la estación del año, y un mar de intensos y diferentes azules que lo invaden todo.
Un oasis de estilo japonés
Intramuros, la iluminación cálida y sencilla invita a disfrutar de las noches de verano en paz y calma, con una copa de vino en la mano y buena música de fondo. Mientras que, en el exterior, el mismo estudio ha llevado a cabo un paisajismo que sin dar de lado al paraje costero se deja invadir por pinos, robles, guijarros y setos de hoja perenne en busca de privacidad. Además de rosas trepadoras que aportan un cierto matiz cromático. Y es que huir del estruendo de la gran manzana para acabar perdido en mitad de este oasis cobra aún más sentido con un diseño como este.
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En Amagansett Dunes, en East Hampton.
Es un estudio de arquitectura con sede en Brooklyn, Nueva York.
