En una conferencia en la universidad, escuché a María Langarita responder a un alumno que no había que tener miedo al folio en blanco. El cuaderno en el que se empieza a dibujar siempre parte repleto de antecedentes —según el tipo de encargo, de normativa o de lugar— que nos ayudarán en la toma de decisiones posterior. Ahora bien, ¿qué sucede cuando no existe ninguno de estos condicionantes? Entraría en juego la experimentación.
La casa Atibaia es un ejercicio de diseño de un objeto inexistente. Igual que Piranesi con los grabados de sus cárceles, los interioristas Charlotte Taylor (Maison de Sable) y Nicholas Préaud (nI.acki) proponen un proyecto pensado sin afán de ser construido. El planteamiento se aleja de las cualidades más abstractas de los lugares imposibles y se aferra a un punto de partida muy determinado: el lenguaje del movimiento moderno brasileño.
El volumen flotante de la Casa de Vidrio de Lina Bo Bardi se trabaja con atrevimiento, usando las herramientas que Niemeyer y Costa utilizaron en Brasilia. Unos contornos curvos pasan a moldear la figura y la pastilla consigue abrazar la selva más que volar sobre ella. Los pilares ligeros desaparecen en favor de unos soportes escultóricos más propios del brutalismo, esta vez representados por unas grandes piedras que insertan la casa Atibaia en el contexto.
Los pilares ligeros desaparecen en favor de unos soportes escultóricos más propios del brutalismo, representados por unas grandes piedras que insertan el edificio en el contexto.
Los espacios se suceden dentro de un ambiente diáfano que mira por todas partes al entorno exuberante. La jaula que nos protege de la vegetación se infecta de la naturaleza que introducen las rocas, y todo el interior se transforma al servicio del paisaje. Aparecen, entre medias, rincones en los que el mobiliario delimita las estancias invisibles. Un salón, una cocina, una habitación, una sala de lectura. Piezas que configuran pequeñas escenas alrededor de las grandes moles pétreas, presentes en todas las vistas y cada vez más protagonistas sobre la arquitectura.
Se trata de un ejercicio valiente que nos puede ayudar a pensar sobre los procesos compositivos. La gran ventaja de partir de una imagen tan definida es que podemos olvidarnos del aspecto final para que el resultado gane intención y pierda capricho. La experimentación como juego, el diseño como herramienta.
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