Arte para diseccionar la emoción humana
Las vivencias del miedo, del vértigo o del juego son el punto de partida de la filosofía creativa de Carsten Höller. Este artista afincado en Suecia utiliza su formación científica para crear piezas desconcertantes que se mueven entre la instalación tecnológica y la atracción de feria.
La trayectoria de Carsten Höller es muy particular. Belga de nacimiento, se crió y formó en Alemania. Allí cursó Ecología Evolutiva y Comunicación Olfativa de Insectos en el Instituto de Fitopatología de la Universidad Christian-Albrechts de Kiel. Más tarde realizó un doctorado en Ciencias Agrícolas. Su visión analítica del mundo ha influenciado claramente en su trabajo artístico, al que comenzó a dedicarse a partir de 1987 tras acabar la universidad.
Afincado actualmente en Suecia, Höller ha hecho de esta formación científica el andamiaje teórico-práctico de sus propuestas. Hablamos de trabajos que podrían considerarse auténticos laboratorios experimentales. Es decir, herramientas con las que conseguir una finalidad que va más allá del mero objeto y que siempre tienen como fin último desentrañar los secretos de las emociones humanas.
Como él, hay otros artistas que también se mueven en los ámbitos de la ciencia y la tecnología. Desde James Turrell y sus juegos lumínicos a partir de las teorías del color, pasando por Jim Campbell, Pierre Huyghe y sus estructuras lumínicas, o Theo Jansen que estudió física y cuyos armazones a modo de grandes esqueletos se mueven por la fuerza del viento. Una potente fusión entre ingeniería y visión artística.
Entre la ingeniería y el arte
Investigación y curiosidad poética son los elementos que unen a estos autores. Y así se construye también el discurso de Höller. Por eso, nos planteamos cómo asume la relación entre el rigor de lo empírico y la subjetividad de lo artístico. Es decir, cómo realiza el tránsito desde la ciencia al arte.
En su producción, este creativo no se decanta por avances actuales en el ámbito de la biología y demás disciplinas satélites, al menos de un modo evidente. Los procesos que desarrolla en sus instalaciones están vinculados a estudios realizados durante los siglos XIX y XX y se centran básicamente en el sistema somato-sensorial del espectador. Esto pone de manifiesto que la obra ya no es en sí misma la consumación de todo un proceso. Es en realidad el proceso en sí, requiriendo necesariamente de la interacción del espectador, que será objeto en última instancia del análisis que realizará el autor. Como un entomólogo, Höller busca provocar una reacción frente a sus creaciones.
Höller diseña gafas que invierten los objetos y producen una sensación de confusión, de desequilibrio y de alejamiento total de la realidad. Hablamos también de piezas en las que la luz natural y artificial alteran la percepción del espacio y los objetos circundantes. Valga como ejemplo Y (2003): una pasarela rodeada de anillos con centenares de bombillas, que producen un efecto determinante gracias a los cambios de intensidad de las mismas. A su vez, el recorrido de dicha instalación se bifurca en dos caminos: uno dirigido a la salida y otro a un espejo que muestra una imagen duplicada de modo infinito. Todo esto complementado con otras paredes reflectantes que dan lugar a una amplificación espacial del lugar.
Según Hölder, el objetivo de su trabajo es crear “un parque de atracciones para el cuerpo y la mente; una feria con una dimensión diferente a la que ofrece la industria del entretenimiento. Las vivencias del miedo, del gozo, del vértigo, del juego o del impacto adquieren nuevas formas en este contexto”.
Entre la galería y el entretenimiento
Sus piezas siempre están rodeadas de polémica y suelen causar un gran impacto. Pastillas tiradas por el suelo o que caen del techo, atracciones de feria manipuladas y descontextualizadas, setas gigantes… Estructuras que, como los ejemplos comentados, empujan al visitante a elegir entre diferentes posibilidades: desde elegir entre una pastilla blanca o una roja, pasando por la decisión, dentro de un túnel, de tomar la bifurcación de la derecha o la izquierda que desembocará en sendos toboganes (similar a la comentada Y)
Todo ello en un contexto en el que a algunos les asalta la duda: ¿esto es arte o se trata de entretenimiento? La disyuntiva no produce en Höller ninguna inquietud. Al respecto ha comentado en alguna ocasión que “si una de mis instalaciones está en una galería, es arte. Y si está en medio de un parque, pues depende de quién lo mire y de cómo lo experimente”.
Hasta finales de julio, Carsten Höller expone Doubt en el espacio Pirelli Hangar Bicocca de Milán. En esta exposición, su autor propone una reflexión sobre la naturaleza humana y de nuevo la elección como elemento catalizador. Una elección que empuja al visitante a decidir entre las múltiples posibilidades que las veinte obras expuestas proponen, algunas antiguas y otras de nueva producción. De entre todas, llama la atención Two Roaming Beds (Grey): dos camas motorizadas con un desplazamiento imperceptible pero constante, que invitan a los que lo deseen a pasar una noche en la galería y dormir en ellas con un movimiento casual y sin rumbo definido. Una metáfora sobre la incertidumbre y el devenir imprevisible de la vida.