El pasado miércoles 15 de octubre tuvo lugar una inolvidable charla con Benedetta Tagliabue en la sede de Boffi De Padova de Barcelona. Un encuentro íntimo, organizado por la revista ROOM junto con el apoyo del Design Institute of Spain, donde la vida y la arquitectura entrelazaron sus caminos.
Benedetta Tagliabue: una conversación entre la vida y la arquitectura
El mismo que escribe este artículo tuvo la suerte de ser el entrevistador de Benedetta Tagliabue en el último encuentro de Design Perspectives. A Way of Living, celebrado en el showroom barcelonés de Boffi De Padova. Organizado por la revista ROOM Diseño y el Design Institute of Spain, aquella charla dio lugar a un parlamento brillante de Benedetta Tagliabue, lleno de detalles curiosos y anécdotas memorables sobre su carrera profesional en solitario y la compartida junto a Enric Miralles. La emoción estaba contenida en el ambiente tras haberse cumplido los veinticinco años de la muerte de Enric; una muerte que para Tagliabue supuso la pérdida del amor, pero que, para todos los demás, supuso el arrebato de una de las mayores mentes creativas de nuestro país, en una sociedad que no anda sobrada de personas con esta altura intelectual.

Sentados en un cómodo sofá de Boffi, intentamos construir una cuarta pared para que la conversación se tornara íntima, así se disiparon las posibles reticencias lógicas en las respuestas al saber que hay una audiencia pendiente de cada palabra. Planteamos un paseo conjunto por una ciudad imaginaria, aunque ambos teníamos a Barcelona en la mente durante ese tránsito; aunque también pudo haber sido una de las ciudades invisibles de Italo Calvino. Y, como en toda ciudad que se visita, hicimos parada en los diferentes lugares y plazas que la configuran e imprimen carácter: el origen, la casa, el mercado, la universidad y el cementerio.


Benedetta —siempre con su cautivadora sonrisa— se deshizo en generosidad y nos permitió acceder a su lado más personal, demostrando cómo este ha incidido decisivamente en su universo creativo. De su infancia en una villa familiar de ensueño a las afueras de Milán, pasando por un colegio privado en Lugano hasta sus estudios en su querida escuela de arquitectura de Venecia, sin olvidar su especialización en Harvard, donde Enric fue su profesor ocupando la cátedra de Kenzo Tange.

Raíces y vuelos: el universo íntimo de Benedetta Tagliabue
Se dice que las personas nos clasificamos en árbol o en pájaro. Algunos tenemos necesidad de echar raíces y otros tienen la necesidad de volar. Benedetta parece la conjunción perfecta de ambas nociones. Tanto por su casa-raíz en el Born barcelonés, donde hizo una rehabilitación en la que toda la vivienda sucede en torno a un patio, donde los espacios fluyen como si fuéramos niños que corretean y experimentan; como por su vuelo más alto, con la construcción del parlamento de Escocia, posiblemente la residencia del pueblo más bonita jamás erigida. Ambas edificaciones comparten la misma filosofía, el libre circular y la no necesidad de llamar a una puerta para descubrir un ambiente, ya sea un dormitorio o la mismísima sala congresual de los diputados escoceses.

Durante el encuentro, Tagliabue confesó que la remodelación del mercado de Santa Caterina en Barcelona es su proyecto más querido, y no es de extrañar, ya que da nombre a su hija. La propuesta más urbana del estudio EMBT, donde técnica y tecnología se unen a un derroche de talento joven. Una zona de oportunidad de la urbe convertida en éxito, y el corazón generador de la revitalización de todo un barrio. Los dos trabajos anteriores fueron diseñados junto a Enric Miralles, pero tuvieron que ser construidos solamente por una Benedetta que encontró fuerzas de flaqueza para regalarnos dos obras que cambiaron el devenir de la arquitectura internacional.


La emoción como arquitectura
Debemos ser conscientes de los veinticinco años de trayectoria profesional en solitario de nuestra invitada, y se debe poner en valor su talento profesional desvinculado ya del de Enric. Desde su trinchera en el Passatge de la Pau sigue dándonos lecciones de buena arquitectura: pasando de la gran escala en proyectos abismales en China, a ver El cielo en una flor silvestrede William Blake en su reciente pequeña Iglesia en San Giacomo —donde todo su imaginario proyectual queda cristalizado—. Ella no ha sido ajena al mercado, ha sabido sumergirse en el diseño industrial de una manera rompedora, y como ejemplos: su lámpara Dome para Bover o diferentes piezas de mobiliario como su sillón Tina para Exporminn, ambos éxitos de ventas.

Hubo tiempo para hablar de encargos que se quedaron en los tableros de dibujo y no llegaron a materializarse, como la ampliación de la propia escuela de arquitectura donde estudió Benedetta en Venecia. Un proyecto magnético e intrigante del cual llegó a ponerse la primera piedra sobre el terreno. La última parada imaginaria de nuestro paseo fue el Cementerio de Igualada; obra de un jovencísimo Enric Miralles junto a Carme Pinós que los lanzó a la fama internacional. Mirando atrás nos dimos cuenta de que, con tan solo cuarenta y cinco años de vida, Enric tuvo tiempo de concebir todos estos espacios de la vida cotidiana: casa, parlamento, mercado, área pública, biblioteca, universidad, entornos de trabajo e incluso zonas para el descanso eterno. ¿Cómo se puede vivir tanto en tan poco tiempo? La respuesta de Benedetta fue instantánea: “Enric, además de tener una mente privilegiada, era muy intenso”.

La arquitectura de Benedetta emociona, espolea el alma y habla el idioma de los sentimientos; acompaña, cuida y genera lazos afectivos con los usuarios que la experimentan. Prueba de ello es su enorme pequeño pabellón Kálida en el Hospital Sant Pau, donde los pacientes de cáncer encuentran un lindo hogar donde tomar una infusión, hablar, reír y llorar. Ahí está la magia de Benedetta, en su forma de ser tan alejada del prototipo de una persona criada en una villa burguesa italiana, en el taichí que practica a diario, en su talento como arquitecta, en su sonrisa. Es la misma magia que pudimos percibir al escucharla en nuestra conversación sentados en aquel sofá.
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