Coches transformados en jacuzzis, hormigoneras que hacen de cualquier lugar una pista de baile o campos de fútbol en medio de la ciudad, son algunas de las ocurrencias que desde hace ya catorce años trabaja el artista lionés Benedetto Bufalino.
Mi Tío del cineasta Jacques Tati, Jacques Doillon y su película El año 01 o el movimiento Fluxus con Joseph Beuys son tres referencias directas del imaginario del artista, que a pesar de tenerlas muy presentes, ha conseguido establecer un registro propio. Sin duda, ir paseando por la calle y ver una cabina telefónica convertida en una pecera gigante, es una anécdota que contaríamos en nuestra próxima reunión.
El francés juega con nuestra percepción de los objetos cotidianos descontextualizándolos y alterando su función original para dar así lugar a una intervención urbana única. Es precisamente este choque atípico, el famoso “think outside the box” llevado al límite, uno de los componentes que hace de su trabajo algo muy reconocible.
Su obra en cuatro pasos
Poner literalmente ruedas arriba una limusina y convertirla en una infinita mesa de pin pon es una idea que nace exactamente igual que todas las anteriores. Lo primero que hace Bufalino es salir a contemplar qué está ocurriendo en las calles. A continuación dibuja, y mucho. En tercer lugar trabaja con su equipo en el estudio para cuestionar lo que ha visto, para reinterpretar y desarrollar estos proyectos juguetones y poéticos que salen luego al exterior (y nunca mejor dicho).
Muchas de sus piezas son escultóricas, pero muchas otras están hechas expresamente para ser usadas. Ya lo decía hace ya unos cuantos años Aristóteles: “el ser humano es social por naturaleza”. Y de esto se vale el creador galo para dar su proyecto por acabado.
En cualquiera de los casos, su objetivo es que los transeúntes jueguen con la pieza y generen un diálogo entre ellos, que construyan historias y las compartan. Busca, en este cuarto y último punto, un espacio para el entretenimiento y el conflicto, un panorama total de unión entre personas.
Daños colaterales
Pero detrás de todo esto, la filosofía creativa de Benedetto Bufalino busca mantener viva nuestra capacidad de asombro. Con sus trabajos apuesta por llamar nuestra atención, y despertar la parte inocente e infantil del espectador a través de acontecimientos visuales que difieren de nuestras expectativas previas. Donde vemos monotonía él percibe una oportunidad de sorpresa.
Sus instalaciones se ubican principalmente por todo el país galo, aunque también se han podido ver en Londres, Singapur, Suiza o España: concretamente en la pasada edición del festival Concéntrico de Logroño, donde diseñó una estructura de madera que cubría varios coches aparcados en la calle y que los convertía, así, en una espacio público transitable. En definitiva, un discurso abierto y transparente, que nos enseña que ni la rutina es aburrida ni nada es imposible.