Children of the Light es el tándem creativo formado por el noruego Christopher Gabriel y el holandés Arnout Hulskamp. El nombre proviene del famoso sintagma children of the night, con el que el conde Drácula describe cariñosamente a las criaturas nocturnas que merodean su castillo. Un juego de palabras, tanto como una realidad, para quienes solo pueden brillar al amparo de la más espesa oscuridad.
Desde el punto de vista cultural, estos jóvenes artistas visuales suelen ser tildados de emergentes. Una etiqueta que puede desorientar, pues pareciera describir a lo que surge misteriosamente de las profundidades. Algo así como un ente que siempre ha existido, eligiendo mantenerse invisible, pero ahora busca romper sorpresivamente la superficie y ofrecerse al mundo. Para ser fiel a la metáfora habría que aclarar que el arte nunca emerge, sino que brota como un retoño. Pujante de energía vital aunque no del todo formado, es una frágil promesa de inventiva y talento: un nuevo lenguaje en potencia.
Esta potencialidad del dúo Gabriel-Hulskamp resulta evidente en Reflector Suits. Con sutileza y elocuencia -virtudes que no siempre van de la mano-, esta pieza memorable nos habla directo al corazón sobre la masificación, la alienación, la soledad y, además, sobre la necesidad urgente de ser vistos por nuestros congéneres. Y lo hacen con un lenguaje claro y casi profético, producto de una gramática estilística trabajada con esmero.
Obras como Strobogrid, Zerotime y Diapositve, por citar algunas, se ocupan de ensayar con éxito las posibilidades del canon tecnológico: el mapping, la geometría, el espacio, el claroscuro, las posibilidades del sonido y el refinamiento del tiempo. Children of the Light demuestran haber transitado el camino iniciático indispensable para la expresión digital, del mismo modo en que los músicos de jazz deben dominar los clásicos de ese género para poder abrir el campo a nuevas armonías e improvisaciones sobre las progresiones establecidas.
Prestándole suma atención a la elegancia a la hora de documentar sus instalaciones y performances, y distanciándose con gran tino de esa nueva teología de la explicación, estos creadores con base en Ámsterdam han cumplido con creces los pasos que conducen a las artes de lo visual. Es decir, a la poética de expresarse con el verbo de la luz. Ahora sí, por fin, ha llegado la hora de emerger.