Es reconfortante darse cuenta de que una tipología constructiva puede ser aplicable a diversos contextos, como una especie de reciclaje arquitectónico. Eso ha demostrado el estudio m2atelier en Aprica (Italia), donde han intervenido un apartamento de montaña de la década de los 60 siguiendo su amplio conocimiento en el diseño de yates.
Un yate en Aprica
Decía Oscar Niemeyer que “cuando tienes un buen espacio para conquistar, la curva es la solución natural”. ¿Pero qué sucede cuando la dimensión es más reducida? ¿Se tiene tan claro cómo abordarla? Por intuición, sabemos que la buena arquitectura es la que se adapta, la que no olvida el motivo principal de su existencia que, en buena medida, siempre está vinculado a ofrecer soluciones. Los modelos de vivienda social siguen esta vía, y pocos ejemplos hay más acertados para mencionar que la Unit d’ Habitation de Le Corbusier en Marsella. Un edificio proyectado como un volumen de hormigón que seguía la estructura de un transatlántico.
Con esa misma premisa —pero a una escala más restringida—, el estudio italiano m2atelier se inspiró también en la idiosincrasia de una embarcación con la misión de trasladar su esquema al uso doméstico. Un experimento fácil de afrontar en su caso, dada su larga trayectoria en el diseño de yates, por lo que solo cambiaron el mar por la montaña y el barco por un apartamento en la estación de esquí de Aprica (Italia). Y el resultado no decepciona al convertirse en un trasvase del enfoque náutico a las grandes alturas.
La visión náutica de m2atelier
Situado en el quinto piso de un bloque residencial de los años 60, la disposición interna virada hacia la panorámica del paraje planteaba ciertas limitaciones en el aprovechamiento del espacio. Una razón suficiente para tomar la tajante decisión de hacer borrón y cuenta nueva en su interior. Para ello aplicaron el esquema con el que suelen operar en los ambientes hipercomprimidos de los yates, generando una redistribución que apostaba por lo diáfano prescindiendo de algunos tabiques existentes.
La nueva morfología presume ahora de una dimensión más amplificada, con un sistema de calefacción centralizada —cuyos tubos circulan por el techo— y un empleo de paredes divisorias que hacen los recorridos más fluidos: living y cocina unificados, lugares de almacenamiento en los pasillos y baños ocultos tras puertas espejadas dentro de las habitaciones. Pero la estética uniforme de los materiales y el mobiliario de la vivienda es lo que agudiza la armonía visual de todo el conjunto. Desde el metal oscuro de la estufa pellets en el salón a los acabados de la cocina, en madera para las puertas bilaminadas y en espejo para los armarios de la pared. Una escenografía donde la grifería de la serie Sync de Dornbracht pone la nota de diseño en su curvilínea forma —que, sin duda, Niemeyer admiraría—.
En la zona de aguas, la apuesta por Dornbracht realza la belleza del ambiente gracias a la apariencia y funcionalidad de sus colecciones, como sucede con la atemporal Meta en el baño pequeño y con la elegante Vaia en el principal. La continuidad estilística y cromática que ya se presenciaba en la sala de estar sigue aventurándose en las áreas más privadas, donde se mantiene la gama en tonos antracita y nude, y se originan accesos dinámicos entre las estancias. Un ejercicio impecable de m2atelier con el que impregnan la atmósfera de un minimalismo que rompe con el estereotipo de refugio montañoso, convirtiendo la gran terraza en el babor y el estribor de este buque-hogar, y haciendo que el paisaje marítimo sea un horizonte entre los bosques.
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