Las esculturas biónicas de Alexandra Bircken en el Culturgest de Lisboa

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Imaginen un taller mecánico febril, lleno de piezas desechadas donde lo descompuesto recobra una vida extraña y quebradiza. Esa es la atmósfera de SomaSemaSoma, la exposición de Alexandra Bircken en el Culturgest de Lisboa. El nombre mismo —que junta los términos griegos sōma (cuerpo) y sēma (signo)— funciona como declaración estética y teórica: estos cuerpos-signo no son meras formas, sino preguntas abiertas sobre identidad, fragilidad, tecnología y deseo. En el cruce de carne, signo y máquina, Bircken propone una autopsia conceptual de nuestro tiempo, donde lo orgánico y lo tecnológico copulan para dar a luz híbridos inquietantes, tan perturbadores como fascinantes, extraídos de la alquimia de los residuos.

Los cuerpos en descomposición estética de Alexandra Bircken

En ese terreno ambiguo donde lo humano se descompone y se reensambla, Bircken construye su poética del monstruo cotidiano mediante esculturas que respiran ecos de carne, motor, piel, resina, tuberías y ropa usada. Y aunque su trabajo remite a lo vulnerable, también deslumbra por su audacia: en sus híbridos late un humor crítico salvaje y una ironía sutil. En el bestiario posindustrial de la artista conviven piezas como Many Folds —tubos de escape entrelazados con pelo sintético, erigiendo en la pared un singular aparato reproductor femenino enorme—, que parece celebrar y denunciar a la vez la sexualidad como maquinaria y el deseo transfigurado en circuito.

Alexandra Bircken, Culturgest, Lisboa
Bircken25 Many Foldse. Alexandra Bircken. ©paconeumann
Alexandra Bircken, Culturgest, Lisboa
Bircken26 Chérie. Alexandra Bircken. ©paconeumann

Otra figura, Ulysses, actúa como un dios del Olimpo moderno. Esta moto de hierro erguida encarna la violencia, la velocidad y la potencia masculina como un ídolo al que adorar. En su verticalidad amenazante late una pregunta: ¿qué sucede cuando estos símbolos de poder se vuelven cadáveres escultóricos de metal? Más provocadora aún es Chérie: un tronco de bronce torneado para sugerir caderas, un pene y el nacimiento de unos muslos. Un juego de dualidades donde lo orgánico y lo mecánico, lo masculino y lo femenino, se confunden y se funden. Y ese diálogo entre lo potente y lo endeble, lo construido y lo desgarrado opera como núcleo de la exhibición.

Alexandra Bircken, Culturgest, Lisboa
Bircken15 Ulysses. Alexandra Bircken. ©paconeumann
Alexandra Bircken, Culturgest, Lisboa
Bircken16. Alexandra Bircken. ©paconeumann

Alexandra Bircken: de la piel al símbolo

Formada en moda en Central Saint Martins, Bircken trabajó durante años la ropa como artefacto de deseo, apariencia e identidad. Pero en su transición al arte, a comienzos de los años 2000, decidió someter esos mismos materiales —cuero de chaquetas, monos de motorista, tejidos, materiales industriales— al bisturí de la reflexión, transformándolos en posible materia escultórica. Esas prendas mutaron y adquirieron una magia simbólica que desbordó su utilidad. Los trajes de motorista diseccionados y colgados en la pared son la prueba más elocuente: ya no visten a nadie; son la piel desollada de un centauro mecánico. Despojado de funcionalidad y cargado de un aura violenta y vulnerable, el revestimiento corporal ha devenido cuerpo autónomo.

Alexandra Bircken, Culturgest, Lisboa
Bircken5 Twitter. Alexandra Bircken. ©paconeumann

De esta fusión surge la tensión entre la ropa que protege o seduce y la que resurge distorsionada, monstruosa, como piel artificial. En obras como Deflated Figures —maniquíes de látex desinflados con bordados de músculos, genitales y huesos— la distopía se corporeiza: la moda se convierte en cadáver y en reverso del sueño biónico. A Bircken le interesa el cuerpo como campo de batalla de identidades, géneros y poderes, y nos muestra que seguimos siendo humanos incluso cuando nuestro cuerpo puede reemplazarse, desmontarse y rearticularse como escombros mecánicos.

Alexandra Bircken, Culturgest, Lisboa
Bircken23. Deflated Figures. Alexandra Bircken. ©paconeumann
Alexandra Bircken, Culturgest, Lisboa
Bircken22. Deflated Figures. Alexandra Bircken. ©paconeumann

El cuerpo como negociación continua el Culturgest de Lisboa

Con mano experta, Bircken doma la potencia desbocada de la moto Paystation y la transmuta en un balancín estático y onírico. Su melliza, Lop Lop, completa este díptico sobre subversión y modificación. Estos fantasmas de máquina infantilizados rompen la narrativa de velocidad para tornarse objetos de contemplación y perplejidad. Parte de la rebeldía de Bircken radica en deshacer el discurso histórico del héroe, del poder o del progreso. En Gebrochenes Pferd (Caballo roto) —un motor clonado en varias versiones idénticas o cortado en lonchas— fractura la tradición escultórica del caballo ecuestre, símbolo clásico de dominio y conquista.

Alexandra Bircken, Culturgest, Lisboa
Bircken3 Paystation y Lop Lop. Alexandra Bircken. ©paconeumann

Esta estrategia —derribar lo sagrado, desactivar lo heroico, volver carne lo mecánico— inaugura un imaginario destinado a entes híbridos, fluidos o fragmentarios. El recorrido culmina con la certeza de que el cuerpo del siglo XXI es un lugar de continua negociación, un organismo que es, a la vez, tecnología biológica y el resultado de las técnicas sociales que lo moldean. Una mezcla, en definitiva, de placenta y cromo, deseo y motor, prótesis y herida. En este baile entre la carne y el metal seguimos buscando, a tientas, el delicado equilibrio de estar vivos. Hasta el 1 de febrero, SomaSemaSoma invita a cuestionar el significado permeable, amenazador y cambiante de la corporalidad, recordándonos que nuestros cuerpos son siempre híbridos, negociables y sujetos a la transformación.

Alexandra Bircken, Culturgest, Lisboa
Bircken6. Alexandra Bircken. ©paconeumann

En este enlace puedes leer otro artículo sobre la exposición de Cerith Wyn Evans en el MAAT de Lisboa.

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