El creador estadounidense Alex Da Corte aparece en sus producciones audiovisuales caracterizado de personajes icónicos. Ha sido Frankenstein, el gato Silvestre, La Bruja Mala del Oeste o la Estatua de la Libertad. Vídeo, performance, escultura y pintura se funden en sus instalaciones, donde objetos y actores participan de un nuevo concepto de show que reordena unas referencias histórico-artísticas del siglo XX y otras que provienen del imaginario televisivo clásico.
El vieja a Europa de Alex da Corte
El universo visual de Alex Da Corte bebe de las fuentes del surrealismo y del arte pop norteamericano. Con ellas trae al presente referencias populares, reinventadas por la yuxtaposición de ideas e imágenes. Su trabajo está atestado de color y estímulos, de reminiscencias y llamadas de atención. Da Corte nació en Camden, Nueva Jersey, recién estrenada la década de los ochenta. Fue muy pronto, nada más terminar sus estudios en bellas artes y animación, cuando empezó a elaborar sus primeras piezas: “Diría que comencé a crear en serio cuando tenía poco más de 20 años. Reinterpretaba actuaciones, reproducía obras de la cultura popular y generaba entornos que mantenían unidas todas estas cosas tan abiertamente dispares”.
Ahora, 20 años después de aquellos inicios, el Museo Louisiana de Arte Moderno (Dinamarca) ha inaugurado este verano la exposición más grande del artista en Europa: una muestra que abarca desde su primera película rodada en super-8 hasta lo más reciente. Se trata de un proyecto muy especial, ya que esta institución lo ha acompañado desde sus inicios. Ya en 2014 el museo adquiría la instalación Delirium I, la quinta entrega de una serie de trabajos realizados a partir del poema de Rimbaud Une saison en enfer, junto con Chelsea Hotel No. 2., una composición audiovisual donde dos manos manipulan utensilios —que Da Corte toma prestados del conocido imaginario de creadores como Warhol o Claes Oldenburg— mientras suena la famosa canción de Leonard Cohen.
Mr. Remember para no olvidar
Años después, fue en el vídeo True Live (2013) donde aparece por primera vez caracterizado como el rapero Eminem al tiempo que toma cereales frente a la cámara. Se trata de un guiño a la famosa película 66 escenas de América, del poeta y cineasta Jørgen Leth, en la que Warhol se comía una hamburguesa. En este sentido, hay que decir que tanto la réplica como la recreación son el eje de gran parte de su porfolio.
De hecho, se han convertido en el punto de partida para desarrollar conceptos con los que despersonalizar sus creaciones. Con la elección de estos iconos empieza la reinvención, el espectáculo y la obra de arte. “Los personajes y las personas que selecciono permanecen en mi mente durante algún tiempo antes de que se materialicen. Leo historias sobre ellos, veo entrevistas, películas o fotos, hasta que encuentro un momento especialmente humano en el que se les cae la máscara. Creo que así es como comienza todo”.
Después, los famosos se redibujan y hablan sobre otros temas actuales, elaborando una suerte de patchwork creativo y jugando a la confusión entre lo antiguo y lo contemporáneo. Un código que interpela al público con instantáneas tremendamente táctiles, de un gran peso crítico y, en opinión de muchos, nostálgico. Pero el autor huye de un término actualmente denostado y muy atribuido a la generación a la que pertenece, quizá por estar vigente en exceso o porque conlleva la negación de un presente hostil en favor de un pasado cómodo e ingenuo.
“No veo mi labor como nostálgica, ya que esto sugeriría un cierto tipo de sentimentalismo subjetivo. La veo más como una crítica a lo personal”. Da Corte afirma trabajar duro para escapar de la melancolía, pero, de algún modo, sus creaciones activan el recuerdo. Sobrevoladas por una especie de añoranza, trazan vínculos emocionales con un visitante que valora cuando el arte no le supone un reto intelectual y le interpela de manera relajada, distendida.