Afincada esta vez en el antiguo matadero de Porta Vittoria, la feria Alcova ha echado a un lado los escombros para recibir a más de 100 expositores que trascienden el mercado convencional hacia nuevas maneras de explorar la creación contemporánea.
Alcova regresa en otra ubicación
Entre la herrumbre y la ruina siempre hay sitio para la esperanza. Así lo sentencian los vergeles que se abren paso en socavones y grietas de complejos industriales abandonados. No obstante, desde 2018 la fiereza con la que la naturaleza reclama su lugar en estos sitios ha empezado a convivir con otro elemento que crece igualmente próspero: el diseño de Alcova en el Fuorisalone de Milán.
Y como manda la tradición, año nuevo, ubicación diferente. Igual que sucedía en encuentros clandestinos de antaño, los creadores de Alcova se congregan en espacios deshabitados, domados por la intemperie y un cartel de “prohibido el paso”.
Esta quinta edición deja atrás el Centro Ospedaliero Militare di Baggio y se muda al antiguo matadero de Porta Vittoria: una mole arquitectónica de principios del siglo XX. Ingresar en este conjunto lleno de naves a casi derruir nos hace recordar el espíritu nómada de la feria; una costumbre que conduce al desarraigo con el fin de —parafraseando a sus fundadores— esquivar la bala de la gentrificación, tanto de la ciudad como de los mercados al uso.
El recorrido por sus diversos ambientes siempre es una aventura que entremezcla la instalación site-specific con la exhibición rudimentaria de jóvenes emergentes, galerías, editoras independientes o instituciones. Aunque eso sí, lo realmente importante en Alcova es que el mensaje mostrado esté impregnado de un relato consistente, de una historia fundamentada y de metáforas que nos atrapen a simple vista.
Diseño emergente e instalaciones que impactan
Al pasear por los exteriores de Porta Vittoria podíamos toparnos con la fuente inflable que Objects of Common Interest erigió en medio del patio central; también con el mobiliario urbano Public Space with Private Intentions de Mira Bergh y Josefin Zachrisson, que nos instigaba —como el año anterior en sus Seats System— a posarnos y a dejarnos llevar sobre su metálico armazón.
Pero dentro de los edificios de paredes desconchadas —y alguna que otra gotera—, es donde se hallaban auténticas joyas, como la chandelier Broken Charm del estudio Stories of Italy: una luminaria loop que recrea el mise en abyme en su estructura de cadenas, a la que se acoplan todas las bolas lumínicas engalanadas que se deseen.
Cerca de allí, la maestría de Worn Estudio nos introducía en una estancia con esencia animalaria. La artesanía de Castilla y la Mancha se desplegaba como una araña que teje —en materiales diversos y con formas zoomórficas— camas con patas de metal, lámparas como colmillos vidriados o espejos y mesitas. Y es que la multidisciplinariedad es la cualidad y el hilo que unía a Arachne con el inconfundible talento manchego.
Siguiendo con las intervenciones espaciales, el equipo de DavidPompa insertó dentro de unos antiguos vestuarios un verdadero archivo que giraba en torno a su elemento estrella: la piedra volcánica. Una puesta en escena que acoplaba anaqueles rojos de suelo a techo con las nuevas luminarias de su geométrica colección Ambra Toba.
No de piedra volcánica, pero sí de hormigón eran los muebles de la serie Improbable Impossible de Pulkra. Afincados en el Basement, su minimalismo tintado en negro posee una sofisticación formal que nada tiene que ver con la robustez de este componente. Y con esa misma línea cromática, Monstrum Studio capturó un atardecer en medio de una habitación al más puro estilo Olafur Eliasson. Una escenografía donde su silla Lilith o su lámpara táctil LuciFug nos llevaban a la distopía estética que Villeneuve nos enseñaba en Blade Runner 2049.
En uno de los cascotes del armazón del edificio central exponía Bruto, la editora del estudio valenciano Mut Design. Su afán por resaltar la honestidad cruda de un objeto se ejemplificaba tanto en la confección de su espacio como en sus Sci-Fi vases. Y en ese mismo contexto de tejados de plástico improvisados y escaleras poco seguras, exhibían galerías como 13 Desserts, instituciones como el IED o estudios más conceptuales, como es el caso de Lashup. En su obra P0053 Concept and design for Moments se atrevía con un habitáculo teñido de azul que nos transportaba directamente a un limbo liminal. El término backroom totalmente materializado.
Porque Alcova parece ser justo eso, un backroom donde la creatividad se escribe con otra fuente y otro estilo mucho más alentador. Esta edición lo ha dejado bien claro: el futuro del diseño puede nacer en los recovecos de antiguas naves de matanza.