En la sala Bóvedas, ubicada en las antiguas caballerizas del Centro Cultural Conde Duque, se presenta hasta el 11 de enero la exposición Nuevos imaginarios. Un recorrido por las miradas de varios directores de cine, donde la práctica cinematográfica y los espacios artísticos se entrelazan para generar nuevas formas de percepción.

Nuevos imaginarios: lenguajes del cine expandido
Comisariada por Nicolás Combarro y Miguel Ángel Delgado, esta muestra aborda formas contemporáneas de pensar en la producción audiovisual y propone una selección de obras que introduce al público en ese territorio donde el cine se mezcla con las prácticas artísticas. Un contexto que, lejos del perfil comercial y de espectáculo del cine convencional, recupera la dimensión experimental que marcó sus primeros años. Seis instalaciones llevan la imagen más allá, mediante proyecciones inmersivas, bucles temporales y multipantallas. Sus autores —Helena Girón y Samuel M. Delgado, Lois Patiño, Isaki Lacuesta, Laida Lertxundi, Oliver Laxe y Susana de Sousa Dias— componen un mapa generacional y estético diverso.

La exposición —que parte de una itinerancia procedente del Centro Galego de Arte Contemporánea— halla en el entorno arquitectónico de Conde Duque un aliado idóneo para potenciar su dimensión envolvente. Nuevos imaginarios plantea un modo distinto de mirar, desplazando la lógica narrativa hacia estructuras visuales que se abren al ensayo, la suspensión o el desvío. Un giro que conecta con la tradición de las vanguardias históricas, permitiendo que cada pieza active una relación singular con el espectador.

En este escenario, el espectador se enfrenta a Caída na noite (2024), una película en tres canales con la que Oliver Laxe nos enseña una relectura de su largometraje O que arde, acentuando las tensiones entre la naturaleza y la acción humana. Por su parte, Isaki Lacuesta relata el tiempo y la violencia con Une nuit (2022), donde el orden invertido de un atentado fractura el sentido de la trama. Flores de piedra cantan (2024), de Lois Patiño, es un viaje espiritual que prolonga su film Samsara y profundiza en una introspección basada en el sonido, el color y la percepción del espacio. Otros trabajos se adentran en campos diferentes: De Sousa Dias examina el trauma colonial en Angola; Girón y Delgado se interrogan sobre las posibilidades de la biotecnología y la inmortalidad; y Lertxundi explora la concepción y desaparición de la representación fílmica en retratos de gran formato.


Las Bóvedas de Conde Duque como marco narrativo
Partiendo del diálogo entre cine expandido y creación contemporánea, los curadores ofrecen un recorrido por un ambiente muy particular: la sala de Bóvedas del Centro Cultural Conde Duque. La elección no es menor. El enclave intensifica esa lectura al establecer un vínculo contundente entre construcción y lo que se proyecta. Dividida en cinco bóvedas transversales independientes y con una superficie aproximada de 684 m², el conjunto transmite una atmósfera sobria y cargada de memoria que condiciona la experiencia expositiva. La propia disposición del lugar —que favorece un tránsito progresivo e íntimo— origina un ritmo por la alternancia entre sombra y luz.

La oscuridad y el silencio, solo interrumpidos por la iluminación y los sonidos, generan un tempo distinto al habitual en este tipo de exhibiciones. El cine-arte halla así un soporte inesperado: no una zona neutral, blanca e impoluta, sino un cuerpo arquitectónico que interviene directamente en la visión resaltándola con fuerza. La solidez del ladrillo histórico contrasta con la fugacidad de las proyecciones; la repetición estructural de las naves dialoga con las trayectorias narrativas de cada vídeo.

Nuevos imaginarios se convierte en una investigación intensa, no solo por la diversidad de material y significados que reúne, sino por la manera en que estas obras activan capas históricas y simbólicas latentes en el propio edificio. Como si en Conde Duque se recordara que todo relato necesita un marco, y que bajo sus bóvedas las piezas encuentran un espacio de experimentación donde reformular sus lecturas. Un despliegue de un territorio visual que atraviesa cuestiones contemporáneas tales como geopolítica, poscolonialismo o mitología, evidenciando la vigencia de la imagen en movimiento como herramienta crítica y perceptiva.
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