Kazuyo Sejima y Rye Nishizawa han resuelto un gran campus cívico, que reúne un museo de arte y una biblioteca central en un conjunto etéreo y transparente, un despliegue de fragmentos conectados entre sí y envueltos en una malla plateada entre los que circulan libres el aire, la luz y los flujos humanos que pueblan el parque en que se levanta y con el que se funde delicadamente.
Taichung Green Musuembrary: un campus cívico en el paisaje
A mediados de diciembre abrirá definitivamente al público el Museo de Arte de Taichung —la segunda ciudad en importancia de la isla de Taiwan—, con una gran exposición inaugural comisariada por su directora, Yi-Hsin Lai, significativamente titulada A Call of All Beings: See you tomorrow, same time, same place. El museo es parte sustancial de un gran conjunto cívico y cultural diseñado por SANAA —Kazuyo Sejima y Rye Nishizawa, con la colaboración del estudio local Ricky Liu & Associates—, que sus autores denominan Green Museumbrary: un neologismo que sugiere la idea de un “museo-umbráculo”, una gran pérgola en medio de un parque donde interiores y exteriores se confunden, donde el museo y la biblioteca central de la localidad conforman un ecosistema de espacios imbricados e interconectados, donde los edificios se levantan del suelo para dar lugar a ambientes estanciales y umbríos por los que circulen el aire y las personas.

Tras un largo proceso iniciado en 2013, cuando la propuesta de SANAA ganó el concurso, en el mes de septiembre se concluyó lo fundamental de las obras, las fotografías han empezado a sustituir a los renders y el conjunto ha sido presentado al mundo por los arquitectos y la alcaldesa, que muy ufana ha pronunciado las palabras fatídicas: “Un lugar para una foto imprescindible”. Sí, el efecto Guggenheim todavía colea en el Far East y la fatiga de materiales de la fórmula podría llevar a conclusiones tan previsibles como precipitadas. Así, entre la ristra de comentarios más bien ácidos de los usuarios de un afamado portal británico, puede leerse lo siguiente: “Han alcanzado la fase Richard Meier: Cópiate incansablemente a ti mismo, independientemente de la escala, el contexto o la función”. ¿De verdad?


Volúmenes ligeros, mallas plateadas y espacios porosos
Vayamos por partes. Se trata del mayor proyecto de carácter cultural de Sejima y Nishizawa hasta la fecha: 58 000 m2 en la linde septentrional de un gran parque de 67 hectáreas que ocupa los terrenos de un antiguo aeropuerto militar en la periferia de la ciudad y que, a su vez, se encuadra en un ambicioso desarrollo urbano en la zona, con un eco-barrio residencial y dos distritos de actividades económicas en torno a la I+D. No hablamos de un mero edificio-acontecimiento del que se esperan poderes taumatúrgicos para poner a una ciudad en el mapa, sino de la pieza central de una estrategia más amplia y estudiada. Taichung lleva años apostando por disputarle a Taipei la capitalidad cultural del país, erigiendo museos nacionales y teatros como el de la ópera, firmado por Toyo Ito.

En planta, el conjunto se distribuye en ocho volúmenes de distintas alturas que se maclan levemente, es decir, sin dar lugar a un núcleo denso y compacto. En realidad, es dudoso hablar de macla, puesto que el efecto es de expansión y dilatación, nunca de concentración. Esa levedad se extiende a los prismas construidos mediante un sistema de fachadas semitransparentes que combinan muros cortina de vidrio de altas prestaciones y paneles de acero galvanizado, todo ello envuelto en una malla de aluminio expandido que alabea los perfiles y suaviza las geometrías. Es como si los edificios estuvieran envueltos en un tejido transparente que reaccionara al aire y lo dejara pasar a la vez que tamiza la luz.

Todo el campus, pese a su escala, se comporta como un espectro plateado que se asienta en el parque, pero no lo interrumpe. Del mismo modo, facilita la continuidad de los flujos de personas con el entorno y entre los diversos elementos. Los bloques, como se ha dicho, se levantan sobre el suelo, generan plazas de sombra y se enlazan entre sí a través de pasarelas que a veces continúan en su interior, como en el gran vestíbulo de 27 metros de altura que da acceso a las salas de exposición y que acogerá en diciembre una gran instalación del artista belga Adrien Tirtiaux.

Como ha dicho Sejima en alguna ocasión refiriéndose a otros trabajos, en este caso se trata también de “hacer varios edificios, pero una sola arquitectura”. Hay un museo de arte de última generación, con salas que permiten todo tipo de iniciativas comisariales, y una biblioteca que almacenará miles de volúmenes, pero también recursos digitales y ámbitos polivalentes para uso cívico. Todos los usos están interconectados, de modo que el conjunto no sea la simple suma de dos contenedores especializados, sino que funcione como un gran centro ciudadano, un punto de encuentro permeable al parque y a la ciudad.

La poética persistente de SANAA en gran escala
¿Se repite SANAA “independientemente de la escala, el contexto o la función”? Ciertamente, no. No hay dos edificios parecidos del dúo japonés, aunque siempre sean reconocibles por la persistencia de sus objetivos y estrategias arquitectónicas. La principal es la fragmentación: diseñar unidades específicas orgánicamente integradas entre sí, como en Kanizawa o en Nakamuchi Terrace, por ejemplo. Pero en cada caso este proceso se orquesta de modo diferente: en el primero, delimitando recintos, células espaciales dentro de un círculo; en el segundo, fundiendo y ensamblando los espacios conforme el edificio crece en altura. En Taichung esto se resuelve con esa no-macla de volúmenes expansivos que dejan pasar el parque y sus circulaciones por debajo y entre ellos, ocupando los huecos intersticiales y también la cubierta, entendida como un fragmento más de este en altura.

La exposición inaugural de diciembre explora la relación simbiótica entre especies humanas y no humanas, un asunto que se antoja adecuado a la experiencia misma que la construcción propone. Esta no es otra que el objetivo central de todas las obras de SANAA, que Luis Fernández Galiano llamó hace años “una arquitectura sin grosores”, donde la simbiosis se produce entre lo de dentro y lo de fuera, apenas separados por membranas transparentes, ligeras, que respiran —la respiración del edificio es casi un leit motiv en la película que Wim Wenders hizo de su Rolex Center—. La arquitectura de Sejima y Nishizawa se fundamenta en una poética. De su solidez y su persistencia depende su continuidad, no de la repetición banal de fórmulas estilísticas contra viento y marea. Que esa poética de la levedad subsista en las dimensiones colosales de este Museumbrary es un desafío, una hazaña —y no solo técnica— culminada con éxito.

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