Del 23 al 26 de octubre, la Plaza de Colón se convirtió en un archipiélago rosa. Los contenedores, alineados como tótems de metal cubiertos de la pintura de Valentine, guardaban dentro mundos secretos. En ellos, las marcas dejaron de ser marcas para convertirse en portales efímeros hacia otras dimensiones. Con Panamá como país invitado en esta edición, ADN Forum 2025 ha demostrado que el diseño no tiene por qué exponerse en vitrinas siempre que existan calles dispuestas a darle espacio. Y entre los distintos participantes, en ROOM destacamos las cinco instalaciones que transformaron la plaza un laboratorio de infinitas posibilidades.

El tiempo mineral. Miele x Clap Studio

En el interior del contenedor de Miele los electrodomésticos dieron paso a un paisaje calmo. Clap Studio imaginó un entorno erosionado por el tiempo, de superficies pétreas, donde los equipos de la casa alemana —hornos, envasador al vacío, vinoteca y placa de extracción frontal— se alineaban como artefactos silenciosos en un universo capitaneado por el nuevo acabado Pearl Beige. Inspirado en las texturas naturales, la escenografía conectaba con la arena y con la idea de lo eterno.


Timeless Design era una cantera tecnológica que se movía en la cadencia de lo que perdura, para enseñarnos a mirar el tiempo sin tener miedo a su paso.
Mediterráneo en claroscuro. Natuzzi x Gonzalo Muiño

Armonía Mediterránea nacía del color, del trazo libre, del recuerdo del mar y del talento del ilustrador Gonzalo Muiño. Expuesto como una habitación al aire libre, en el centro del lugar se encontraba la pieza Infinito: el sofá de Natuzzi diseñado con Marcantatonio; una espiral que no se cierra nunca como símbolo de unión.


Muiño combinó ilustración, mobiliario y atmósfera en un collage vitalista y solar donde todo fluía con naturalidad, celebrando la raíz italiana de Natuzzi y su mirada actual del diseño contemporáneo.
La velocidad doméstica. Porsche x Smeg x Sigfrido Serra

¿Se puede contener la energía del circuito de carreas en la escala doméstica? Sigfrido Serra nos lo dejó claro en The Racing Club: un contenedor que latía con franjas gráficas en negro, como líneas que parecían acelerar varios kilómetros por hora bajo los pies. Los nuevos electrodomésticos, fruto de la colaboración entre Porsche y Smeg — el FAB28 y la cafetera en rojo Salzburg (limitada a 1970 unidades), además de tostadores, hervidores y batidoras en Carrara White y Shade Green— se convertían en esculturas compactas para contemplar desde bóxer.


Un ejercicio donde Serra nos sumergía en una especie de club privado; uno donde la velocidad sobre el asfalto también traspasaba a nuestras pulsaciones.
Umbral de silencio. Neolith x Mareo Rodríguez


Quién iba a decir que, en medio de la plaza de Colón, el artista colombiano Mareo Rodríguez levantaría un templo revestido con Neolith Mont Blanc. Su obra, titulada Portal, expresaba una rendija vertical de luz que atravesaba el fondo y se reflejaba en el techo, generando una sensación de gravedad invertida.


La piedra de Neolith —con vetas grises y tono marfil— desplegaba, de esa manera, su lado más artístico, alejándose del uso estrictamente arquitectónico para servir de materia perceptiva: un umbral simbólico para otear el más allá.
Psicodelia del descanso. Hästens x Mohammed Adib

El arquitecto Mohammed Adib imaginó el sueño como un territorio elástico. Repetido hasta el vértigo, el patrón azul y blanco de Hästens se expandía por el suelo, las paredes y el techo, como si la cama se hubiera desbordado del mundo.


Un delirio ordenado de luces y reflejos, que transmitía un claro mensaje: dormir también puede ser un auténtico viaje. Una escenografía pop sobre el descanso, apodada Sueños psicodélicos, que convertía el colchón en un verdadero santuario. Lo único que hacía falta era cerrar los ojos y entregarse al color.
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