Entre las copas rezumantes de la alta montaña tropical, el estudio chino Kong Xiangwei ha construido el Phoenix Feather Tea Pavilion. Un observatorio de aves en un corredor migratorio, pero también un santuario, una pérgola plateada que flota en un “teatro natural de nubes y nieblas”.
El Phoenix Feather Tea Pavilion. Pérgola, observatorio y santuario
La construcción de pequeñas estructuras ligeras y singulares en entornos naturales significativos —bien por contar con protecciones reforzadas, bien por ser lugares importantes desde el punto de vista de la fauna o el paisaje— se ha convertido en un género específico de la arquitectura contemporánea. La tensión contradictoria del asunto salta a la vista: intervenir precisamente allí donde la intervención debería evitarse, acoger —y atraer— público donde debería restringirse al máximo su presencia. Pero también minimizar, cualificar y revertir el impacto de esas intrusiones inexorables en la medida en que tales lugares generan atracción por su propia excepcionalidad.

Es esa coyuntura tensa la que hace interesantes estas actuaciones, planteadas, también inevitablemente, como desafíos y ejercicios de investigación y constricción a mínimos que pueden resultar útiles en otros contextos. El Phoenix Feather Tea Pavilion de Kong Xiangwei se acerca al tema con criterio poético, recurriendo a enfoques propios del paisajismo y el land art. Su enclave en el Fenghuang Shan o Monte Fénix —la más septentrional de las cumbres de las Montañas Wuliang, en Yunan, a 2380 metros de altura— es un corredor migratorio de aves de gran relevancia, en medio de un bosque tropical montañoso envuelto a menudo en la niebla.

Un paraje tan ecológicamente valioso como evocador, donde esta pérgola leve funciona como punto de observación ornitológico y espacio de meditación. En realidad, predomina esta segunda faceta. La inspiración, según el relato del estudio, surge de la visión de un faisán blanco sobrevolando las ruinas tomadas por el musgo de un antiguo poblado en el valle cercano, una zona donde las extensas plantaciones de té atraen al turismo. Una de sus plumas, con sus tonos plateados “como dibujados a tinta” y flotando hasta posarse dulcemente en el remanso, fue “el boceto ofrecido por la naturaleza” del que parte el pabellón.

La arquitectura de Kong Xiangwei como huella en el aire
Este se despliega entre los árboles sin tocarlos emulando la suave comba de la pluma y sus irisaciones plateadas, encarnadas en la trama de varillas de aluminio anodizado de 14 mm de sección pintadas en ese tono. Una plataforma en el extremo meridional actúa de anclaje y una especie de pasarela corre bajo el umbráculo a dos aguas, que parece flotar entre el verde de las ramas por la disminución del número de apoyos en el lado contrario, como si fuera un voladizo. Para los avistadores de pájaros, las barras metálicas cartografían el firmamento y ayudan a localizar los ejemplares observados. Sin embargo, la estructura funciona como un condensador espacial que modifica poéticamente el paisaje del lugar sin apenas tocarlo, “como un lienzo para el cielo cambiante” que adquiere tonalidades cobrizas con el crepúsculo, azuladas con las nieblas y doradas por las noches, cuando unas discretas luminarias en el suelo actúan como puntos de luz que las bañan desde abajo.


Kong Xiangwei ha realizado más proyectos de este tipo en la zona, aunque en ellos la determinación funcional y el despliegue material son mayores que en esta pérgola-pluma, reducida a ínfima retícula. El avistamiento de aves se trata como un ritual, un acto de comunicación íntima con la naturaleza. La pérgola es, en realidad, una ofrenda a la montaña mítica, un templo leve, una “representación duradera” donde los observadores se sienten también observados por los ciclos naturales, por las migraciones milenarias de las aves que vienen “a rendir homenaje al Fénix cada septiembre”. También una reflexión técnica y arquitectónica sobre el peso y la levedad, sobre la naturaleza profunda de conversación civilizada con el lugar que define y legitima a la arquitectura.

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